operación puerto
La llamada del boxeo a Eufemiano Fuentes
Su último negocio antes de ser detenido iba a ser un porcentaje en este deporte; alardeó de recibir una oferta de Don King

Hay coincidencias que parecen selladas a fuego como una res marcada por el terrateniente. El primer servicio de vigilancia de la Guardia Civil cuando se autorizaron los seguimientos de los sospechosos en la operación Puerto y el último negocio que pretendía montar Eufemiano Fuentes antes de su detención el 23 de mayo de 2006 establecieron un insospechado punto de concordancia: el boxeo.
La realidad oficial de la operación Puerto ciñe su círculo a los informes emitidos por la autoridad, al impacto que causó en tiempo y hora en la participación del Tour de aquel año (los dictámenes se conocieron unas semanas antes de la carrera) y a los acusados que se sientan estos días en el banquillo del juzgado penal 31 de Madrid: tres médicos (uno no comparece por alzhéimer), dos directores deportivos y un preparador físico relacionados con el ciclismo. Y 58 corredores identificados por el instituto armado. Todos, procedentes o involucrados en el deporte de la bicicleta.
Las pesquisas, sin embargo, descubrieron en primer instancia a un boxeador citado cara a cara con Eufemiano Fuentes. Antes que a ciclistas, atletas, tenistas, futbolistas u otras especies mencionadas y sugeridas por el médico canario como sus clientes. Se trataba de Francisco Martínez, natural de Elche, más conocido en su deporte como Kiko «La Sensación» Martínez.
A las 15.15 horas del 3 de mayo de 2006, los agentes detectan una reunión entre Eufemiano Fuentes y cuatro personas más en una cafetería de la calle Alonso Cano de Madrid durante casi dos horas. Identifican a dos individuos: Alberto González Román, entrenador y promotor de boxeo del club Daya Nueva de Alicante, y Francisco Martínez, campeón europeo del peso supergallo, pero no a los otros dos, «uno de ellos de raza negra», según recoge el sumario.
La pista del boxeo desaparece hasta el 22 de mayo, un día antes de la detención de Eufemiano Fuentes, su socio José Luis Merino Batres (acusado en la Puerto y eximido por padecer alzhéimer) y el director Manolo Saiz al salir de un hotel del norte de Madrid. Ese día Eufemiano recibe una llamada de Carlos Valentín Pérez.
Ambos quedan en enviar unos documentos a un número de fax de Madrid en lo que se infiere era un acuerdo de negocio. Carlos Pérez le pide el DNI a Eufemiano para plasmarlo en un documento por el que vende al médico un 80 por ciento en la participación de las ganancias y él se queda con el 20 en concepto de «gestión por boxeo».
Seis horas más tarde, bien entrada la madrugada del día que le cambió la vida y lo condujo a un calabozo, Eufemiano telefonea a Carlos y levanta el pulgar. Ya tiene el fax con los términos del trato. Pero puntualiza desde su supremacía intelectual que no quiere que Alberto lo vea. Prefiere que solo acuda Kiko a la cita en un hotel, siempre un lugar neutro para las reuniones.
Carlos comenta que Alberto debería estar, ya que «será él el encargado de hacer todas las cosas a Kiko», además de ejercer como mánager y entrenador. Según las pesquisas de los agentes, hablan de otra persona que tiene 31 años, al que le quedan tres años y que quiere hacer dos o tres campeonatos del mundo para embolsarse 500 o 600 millones de pesetas (3 o 3,6 millones de euros).
Cerca de las cuatro de la mañana, se emplazan para cerrar esos flecos al día siguiente. Encuentro interruptus. Varios agentes de la Unidad Central Operativa detienen pasado el mediodía al médico de Las Palmas en compañía de Merino Batres y Manolo Saiz, muy cerca del apartamento de la calle Caídos de la División Azul, el tercer piso franco de la trama de presunto dopaje.
Además de ciclistas y del «festival» del Giro de Italia que se celebraba esos días, Eufemiano tenía el boxeo en la cabeza y en el fax como unidad de negocio. Hacía tiempo que este deporte lo había seducido en su vida oculta de bolsas de sangre y máquinas congeladoras. Más de una vez contó a su círculo de íntimos que Don King, el poderoso promotor de boxeo con sede en Las Vegas, lo había tentado con ofertas mareantes para preparar a sus púgiles. Dicen incluso que llegó a pensar en trasladarse a Estados Unidos, aunque eso queda entre sus antiguos colaboradores a beneficio del aura misteriosa que rodea al doctor.
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