Opinar sin leer

En la prensa española, los que se autoproclaman 'progresistas' han calificado a Benedicto como 'inquisidor' y hasta 'rotweiler'. Ése es su habitual tono de ignorancia y sectarismo.

Tampoco han estado a la altura los que, para defenderlo, han exaltado como su máximo valor la tolerancia, han cantado su imaginaria perfecta armonía con su sucesor.

Salvo excepciones como la magistral Tercera, en ABC, de Olegario González de Cardedal, el tono general ha sido muy bajo y refleja bien nuestro nivel actual. ¿Cuál es la causa? Da la impresión de que muchos han escrito sus comentarios —contrarios o favorables, poco importa— a partir de sus prejuicios o de alguna información apresurada, sin haber leído ninguno de los libros de Ratzinger, muy asequibles, en castellano. Por ejemplo, su admirable 'Jesús de Nazaret': un libro denso, profundo, pero en absoluto abstruso. (Una vez más, recuerdo la pesimista opinión de Azaña: «En España, la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro»).

Si hubieran leído a Ratzinger, conocerían su clarísimo significado: opuesto a Francisco, al populismo, al marxismo, a la teología de la liberación, al relativismo actual del 'todo vale'. Su elección del lema 'cooperador de la verdad' supone creer que la verdad existe y que la Iglesia está obligada a proclamarla. Su altura intelectual está en las antípodas de nuestra actual mediocridad. Es más fácil opinar sobre él que leerlo.