RECUERDO DE JAIME CAMPMANY

Uno no sabe cuántos miles de páginas ha escrito Jaime Campmany a lo largo de más de medio siglo de periodista y autor de libros. Pero sí se puede decir que en toda esa labor se manifiesta su extensa cultura y la agilidad profesional con que su pluma -o su ordenador- se ajustaban al género literario de cada uno de sus trabajos: grave en el pensamiento, suelto en la expresión, punzante en la crítica, firme en las convicciones, alegre en la bienhumorada ironía de que no dejaba de hacer gala en no pocas y diversas ocasiones.
En los comentarios sobre su persona y su obra de estos días suele afirmarse que fue antes que nada un periodista y que no quiso entregarse con la misma laboriosa dedicación a otras tareas en las que también se empeñó. Pero me parece que no es ocioso insistir en ello si se destacan algunas características principales de este oficio, al que tantas veces se ha llamado justamente la infantería de las letras. Lo cual es una definición y a la vez un título de honor. Porque la infantería es el arma que ocupa el terreno y que mejor conoce la realidad que se pisa. Eso mismo es el buen periodismo en la cultura de esta época nuestra con los pies bien asentados en la vida de la comunidad a la que sirve.
Campmany ha hecho de todo en periódicos y revistas, con su firma -que era una firma de prestigio- o sin ella. Ha dirigido publicaciones, ha escrito probablemente más artículos editoriales que otros muchos compañeros, ha ejercido corresponsalías internacionales, que en aquellos días suyos en la península hermana acercaron a los españoles no sólo la vida diaria, sino la cultura de Italia. Supo practicar, cuando le tocó hacerlo, la crónica deportiva con una mezcla de cierto rigor técnico y del humor y la gracia literaria que había puesto de moda Wenceslao Fernández Flórez y en la que brillaría también la pluma de Cuco Cerecedo. Hizo entrevistas de interés como su admirado González-Ruano, y no dejó de practicar con su peculiar estilo todas las otras variedades del efímero y socialmente imprescindible oficio periodístico. Y, finalmente, en sus últimos años ha sido uno de los más notables cultivadores de esa atrayente forma de ejercer el análisis y comentario de la realidad que es el moderno género de la columna periodística.
Campmany ha sido, además, un autor de libros que tienen algo que ver con el aire y las ideas que caracterizan su pensamiento y sus artículos. Universitario de las dos facultades de Letras y Derecho, había adquirido desde sus años mozos una cultura y unos saberes que daban un flexible rigor y una habitual consistencia a sus escritos periodísticos y literarios. En los años cruciales de la vida española de los decenios setenta y ochenta, Campmany no se encerró en los cuarteles del pasado, sino que acertó a poner los relojes de su vida profesional y política a la hora que marcaron los aciertos de la transición. Su bien hacer y su patriotismo han prestado un buen servicio a España.
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