La Policía fue al hotel de Morante varias veces para pedirle explicaciones por el gentío que celebraba su triunfo
El entorno del torero considera excesiva la intervención policial, que además fue a identificar al diestro tras la salida a hombros
Morante: «Quiero hacer un festival en Las Ventas para un monumento a Antoñete»
Mientras Morante y sus personas más allegadas celebraban un triunfo soñado, la policía visitó varias veces el Hotel Wellington. ¿El motivo? Identificar a Morante. Le querían pedir «explicaciones» por el tumulto y los atascos provocados por la salida a hombros. Esa en la que los ... aficionados, de forma espontánea, querían llevarle a hombros al hotel. Eso requería ir cortando calles, por lo que no se pudo completar todo el trayecto, pero sí bastante recorrido. En todo caso, ¿qué podía hacer el cigarrero si oleadas de jóvenes querían venerarle y pasearle por las calles de Madrid como si fuera el Cristo de Medinaceli?
En las puertas grandes antiguas, rara es la intervención policial que se ve en foto. Eso ha cambiado, y en los últimos tiempos a veces hay más policía que espectadores. Aunque eso es una pequeña exageración, no lo es que en la primera puerta grande de Fernando Adrián, los aficionados no pudieron llegar a tocarle las manos del madrileño, quedando aquella imagen muy desangelada. Los toreros asumen con naturalidad esa necesidad del aficionado de querer tocarle, incluso que intenten llevarse partes de vestidos históricos. «Unos tiran de un lado, otros de otro... Pero es una alegría estar ahí», ha declarado Morante a ABC.
Lo incómodo para los que viven esos momentos es el trato policial hacia los aficionados. Ya desde que cruzó el arco de Las Ventas, había demasiada protección, aumentada con la actuación de la policía montada. Los caballos pueden tener reacciones extrañas, y, como mínimo, empujan a los que aguardan ver al ídolo. Los municipales no querían que el coche de cuadrillas se alejara de la puerta grande. La chavalería tiró Alcalá para arriba, con el fin de llegar al Wellington, pero, al ser imposible con los caballos, se metió el torero en la furgoneta.
La historia debería haber acabado ahí. El fervor y la pasión son inexplicables, y no hubo ningún acto vandálico. Sólo el pueblo rindiéndose y elevando al ídolo. Pues un rato después, apareció la policía en el hotel para, como se ha comentado, pedirle que se identificara Morante. Y no una vez sólo, sino varias, lo que ha parecido excesiva protección por parte del entorno del torero.
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