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CRÓNICAS DE PEGOLAND

FARTUSCO

RAFAEL RUIZ

Esta ciudad nunca ha querido un reconocimiento suficiente para su mayor aportación a la lengua de Cervantes

UNA muy famosa revista ha realizado una recopilación de insultos en español diríase que destacada. Tras un trabajo denodado, ha logrado llevar a cabo la muy famosa gesta de reunir 221 palabras que el elástico idioma español ha desarrollado para convertir el sentimiento de desprecio en fonemas. El trabajo no tiene la intención cosmogónica del «Diccionario Secreto» de Camilo José Cela, que incluía todo lo supuestamente malsonante, pero para un americano del programa Preshco, pues tiene un valor de servicio público.

Repasando el listado, los redactores han incluido verdaderas maravillas del idioma como zurcefrenillos o rebañasandías, sin duda vocablos compuestos del personaje local que realizaba actividades propias de un insensato. De hecho, han logrado incluir conceptos como muerdesartenes o lloramigas, que deben de usarse mucho por Zamora o así. El trabajo ha tenido cierto éxito en ese mundillo de las redes sociales.

El listado no incluye el concepto fartusco o fartuzco. Y eso es impropio de un trabajo que quiera tener visos medianamente científicos. Bien es verdad que se trata de una palabra compleja, que no aparece en el Diccionario (Real Academia, ya te vale) y que ni siquiera somos capaces de precisar cómo se escribe porque aquí no es que diferenciemos la ese de la zeta. De hecho, como suena más potente es con una hache aspirada, tipo «fartuhco», aunque mi tía Angelita siempre solventó tal imprecisión de la lengua introduciendo una che —«fartucho»— con la que tilda a cualquier gaznápiro que le come la moral.

El fartuzco —mi propuesta es que se use indistintamente con ese o con zeta como «mezquita» y «catedral»— viene a ser el mendrugo que presenta tal grado de nivel, de desarrollo, que se eleva sobre el tonto pero dos grados por debajo del imbécil. No solamente se es fartusco. Se puede alguien comportar como tal de forma esporádica aunque, si alguna vez se da carta de oficialidad la voz, habría que añadirle una cierta cualidad de perdurabilidad. Un fartusco ha de ser lo suficientemente reiterativo en su quehacer para que podamos cambiar el «estás fartusco» por «eres fartusco». Incluyan el aumentativo (fartuscón) y el diminutivo (fartusquillo) así como un sustantivo lo suficientemente potente como darle nombre a un programa municipal: fartuscada. El verbo, fartusquear, me parece un exceso. Quedo abierto al debate por los canales habituales.

Esta ciudad, que echa mano a la faca con tanta facilidad, nunca ha tenido la querencia de respetarse lo suficiente como para reclamar que una de nuestras aportaciones a la lengua tenga un reconocimiento oficial. Y no hay una calle Alcalde Fartusco Fulanito o Novelista Fartusco Zutanito. Ni una Glorieta de los Fartuzcos. Ni la Real Academia ha sido nunca presionada de forma suficiente por nuestras autoridades locales como para que esa bella palabra, honra y prez de nuestras conversaciones, ocupe el lugar que se merece en la lengua de Cervantes. He dicho.

FARTUSCO

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