Teresa Perales describe su «vida sobre ruedas»

Para saber la vergüenza inicial de salir a la calle en silla y la alegría infinita con la que sale ahora por las calles de Zaragoza donde no da un paso sin que le pare alguien, está este libro. Su libro, el que escribió junto a su marido periodista , Mariano Menor. Con sus palabras el lector va encontrando la fuerza que ella desprende en persona. Detrás de cada letra, su dolor, su alegría, sus dudas, su miedo, sus éxitos, su filosofía de vida . El viaje comienza en el colegio, y termina preparándose para los Juegos de 2008. El resto, el espacio entre aquel Pekín y este Londres, todavía lo está forjando, lo está construyendo, lo está escribiendo.

Por la intensidad de las palabras que llenan cada capítulo no debió resultar fácil para Perales revisitar aquellos momentos. Con su padre. La marca de agua que le hizo ser como es, aunque le costara, y mucho, al principio. Una pérdida que expresa con dolor. Pero con el mismo sentimiento con el que describe el miedo de su primera vez en el agua, imposibilitadas ya las piernas, como un peso muerto, pero con el ánimo muy vivo para recorrer aquellos 25 metros que le valdrían un puesto en un equipo profesional y de allí, a la élite, al cielo de los campeonatos de España, de Europa, del Mundo, a los Juegos.

Pero Perales es mucho más que agua y medallas, sí, mucho más. Por las páginas de «Mi vida sobre ruedas» (La Esfera de los Libros) circula la relación con su familia , el apoyo que recibió de ellos en cada nuevo movimiento que aprendía; el miedo a volver a salir a la calle, a reencontrarse con las amistades, el sentimiento de malestar que le producía que se refirieran a ella sin hablarle directamente. No era mala intención, reconoce, pero fastidia, admite en los primeros capítulos.

Y también sus pequeños pasos hacia una integración que parecía complicada en los 90 , pero que ella terminó diluyendo entre sus clases de universidad (las que recibió y las que dio) y su salto a la política para ejercer su «vocación de servicio» en el Gobierno de Aragón.

Perales, transparente como aparenta en sus palabras y su sonrisa en persona, reconvirtió el drama en comedia y con la misma fuerza con la que describe los desesperantes deseos de volver a caminar escondidos en lágrimas nocturnas, describe con deseo su primer encuentro con quien sería su marido. Un «ne me quitte pas» que le llevó andando hasta el altar...

«Mi vida sobre ruedas» o un canto a vivir, aun con todas las desgracias que se pongan en el camino. Porque la silla está en el culo, y no en la cabeza, Perales transmite con palabras lo mismo que con su sonrisa: energía positiva . La misma que invirtió en volcar sus sentimientos en el libro para explicar aquellos pequeños detalles que se escapan en las brazadas, como esos primeros días en la piscina en los que ponerse y quitarse el bañador era una actividad que se hacía eterna. La misma con la que encaró la situación y que, como su libro, comenzó con un «Érase una vez» triste, y se tornó en un final feliz .

Y el suyo, continúa más allá de estas 200 páginas en las que descubrimos una Teresa Perales que no se ve en las medallas de Londres, pero que intuye una Teresa Perales a la que le gusta competir, pero sobre todo, ganar. En la piscina y en la vida .