ENTREVISTA_Kike Maíllo_Director de cine
«Hay que preguntarse si en España podemos permitirnos rodar cien películas al año»
El próximo 28 de octubre se estrenará en nuestro país «Eva», la primera película de este realizador de origen salmantino que abrirá el Festival de Sitges tras la buena acogida brindada en Venecia

La ópera prima del director Kike Maíllo, «Eva», fue una de las dos únicas cintas españolas que este año se presentaron en el Festival de Cine de Venecia, donde ha convencido a crítica y público, lo que llena de orgullo a este realizador catalán de origen salmantino que analiza en su película la relación entre los humanos y los robots.
—¿Cómo valora la buena acogida que ha tenido la cinta en Venecia?
—Se trata de una película que pertenece a un género que, por considerarse poco serio, normalmente no acude a los festivales, así que muy bien. Ahora lo que tratamos de comunicar en la promoción es que, a pesar de ser una película de robots, puede gustar a gente que normalmente no acude a ver este tipo de género. Es un film emocionante, donde el mundo de los robots es una coartada para hablar de la condición humana y de la naturaleza del amor. Haber estado en Venecia te ayuda a que, de alguna manera, vean la seriedad de la película.
—Hay quien se pregunta todavía por qué no fue a concurso.
—Me llena de orgullo que la gente piense eso, y en Venecia nos lo comentaron varios periodistas y críticos, cosa que agradezco. Prefiero eso a estar en la sección a concurso y que te pregunten por qué estas allí.
—¿Cuándo se dio cuenta de que este proyecto era factible?
—He crecido viendo películas donde la fantasía era algo esencial. Creo que de una manera natural la imaginación nos lleva al cine fantástico para devolver al cine lo que nos dio. Luego, a nivel de proyecto, cuando uno tiene una idea en la cabeza y empieza a escribir, si no piensa que sería posible llevarlo a cabo, no lo haría. Cuando hicimos el primer «teaser», incluso antes de escribir el guión, demostramos que podíamos llegar de alguna manera a aquello que la gente tiene más miedo, que es proponer un mundo fantástico, pero sostenible, que te lo creas. Vencido ese temor, había gente esperándonos, tanto de público, como dispuesta a financiar el film.
—Robots, sentimientos... La comparación con «Inteligencia Artificial» es inevitable.
—Es inevitable porque en la historia de la cinematografía mundial películas que hayan tenido robots y melodrama las puedes contar con los dedos de una mano, y una de ellas, la más cercana, es «Inteligencia Artificial». No me sabe mal, es una obra maestra. Bien es cierto que la película de Kubrick y Spilberg ponía el acento sobre todo en los robots, qué sienten y si son capaces de amar. A mí no me interesan tanto si los robots sienten o no, sino lo que te pueden hacer sentir las máquinas, sobre todo unas máquinas tan sofisticadas como las que se ven en la película, que te pueden engañar. Se rompe un poco esa barrera de la credibilidad.
—¿Y por qué recurrió a esa estética de los setenta y ochenta, que ahora podemos también ver en «Super 8»?
—Las dos películas pecan de tener directores nostálgicos. En nuestra película viene subrayado porque el personaje vuelve a su pueblo natal tras diez años de ausencia. Hay un objetivo deliberado de que la estética también tenga ese componente de recuperación del pasado. Además, yo he intentado abrir la película a gente que normalmente no ve ciencia-ficción, feminizar un género que peca un poco de masculino, y que en ocasiones es tremendista y apocalíptico. Fue un intento deliberado de abrir un mundo del futuro a la gente del presente.
—Siendo ciencia-ficción, tiene alguna papeleta para triunfar en Estados Unidos. ¿Se podrá ver allí?
—Sí. Los hermanos Weinstein, que el año pasado llevaron «El discurso del Rey», han comprado la película. Está previsto que esté en algunos festivales americanos hacia enero, así que ya veremos. La verdad es que estamos muy ilusionados.
—Ha sido su primera película. ¿Ya tiene próximos proyectos?
<—Sí, aunque de momento están todos hibernando a la espera de ver qué pasa con ésta. La diferencia entre que una película vaya bien o mal es lo que te facilita abrir puertas en el futuro. Lo que está claro es que me voy a dedicar a esto.
—¿Cómo ve el panorama del cine español?
—Lo que hay es un cuestionamiento del cine en sí. La caída está siendo generalizada año tras año respecto a la gente que acude al cine a ver películas, pero cada vez se ven más en casa. Respecto al cine español, considero que le falta más conexión con el público, y seguramente un poco más de medios. Hacemos muchas películas de presupuestos medianos-bajos cuando tendríamos que hacer menos películas con más dinero. Nos tenemos que preguntar si nos podemos permitir el lujo de estar rodando cien películas al año. En el cine debe ir entrando sabia nueva que conecte con el público. No significa hacer películas comerciales, sino que directores y público hablen el mismo idioma.
—Aunque nació en Cataluña sus raíces son salmantinas, en concreto de Villanueva del Conde. ¿Podría llegar a ser escenario de algún rodaje?
—Mi padre es salmantino, vive en Villanueva del Conde y voy allí todos los años. Mi raíz con Salamanca, sobre todo, ha tenido que ver con el verano y creo que es inevitable que en algún momento «caiga» una película sobre los veranos. Guardo un recuerdo imborrable de mis años de juventud en Salamanca.
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