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Doce películas que debes ver antes de visitar París

La capital francesa es uno de los platós más explotados del cine

F. mARÍN bellón

Junto a las de Nueva York , las de París son las calles más cinematográficas del plató del mundo. El buen aficionado al cine no necesita haber visitado la capital francesa para conocer sus puentes, sus callejuelas, la grandeza de sus avenidas y, claro, la Torre Eiffel. Alrededor del Sena se han construido las mejores historias de amor, pero también abundan los dramas y el cine negro, con momentos para el humor y, casi siempre, buena música. Lo peor de esta lista, que respeta el orden cronológico, son los títulos que se quedan fuera, con «Ratatouille» y «La invención de Hugo» como recientes ejemplos dolorosos.

1 «París bajos fondos»

Jacques Becker es uno de los grandes pintores de París. Sin salirnos de su filmografía, ya hay que elegir entre esta magnífica muestra de cine negro y «Los amantes de Montparnasse» , sobre las desventuras del gran Modigliani . En «París, bajos fondos» (1951), se disputan el amor de una prostituta ( Simone Signoret ) un humilde carpintero y un hampón de baja estofa. El cineasta, padre de Jean Becker , otro gran director, se inspiró en un conocido escándalo que sacudió la ciudad de las luces a principios de siglo. Aunque parte se rodó en estudio, se pueden ver la rue des Gardes y la rue Messier, entre otras.

2 «Los 400 golpes»

François Truffaut fue uno de los airados críticos galos que tomaron el relevo del cine de qualité de su país, subidos a la cresta de una ola que miraba la realidad «como es», con Rossellini como modelo. El joven François debuta con este lúcido retrato de infancia en 1959, una mirada que describe y a la vez denuncia; provoca la sonrisa y también la emoción. Entre las decenas de planos inolvidables de esta película destaca la clase callejera en la que los alumnos se van escapando de la fila encabezada por un despistado profesor de gimnasia. El repaso turístico a París, por otro lado, es muy completo.

3 «Al final de la escapada»

Jean-Luc Godard se va de gira con Belmondo en 1960, aprovechando que roba coches y es capaz de matar. El contrapunto tierno lo encontramos en la deliciosa Jean Seberg , a la que también vemos vendiendo ejemplares del «Herald Tribune» por las calles. Con la colaboración de François Truffaut en el guión, «À bout de souffle» era tan innovadora que el público actual quizá no esté preparado todavía para disfrutarla.

5 «Playtime»

Puede que no sea una de las grandes obras maestras del gran Jacques Tati . Lo interesante de la película (de 1968), en este caso, es que el inconfundible señor Hulot, diez años más viejo, llega a la gran ciudad y queda asombrado por la arquitectura moderna, interior y exterior, que le inspiran algunos chistes visuales.

6 «Les rendez-vous de Paris»

Quizá se trate de la mejor película de todas para recorrer París sin moverse de casa o de una sala de cine. El viejo Eric Rohmer cuenta varias historias mientras nos desvela algunas rutas hermosas y no siempre conocidas ni por el viajero más avezado. Romántica, sensible y de una sencillez que desarma, la cinta (de 1995) aburrirá a los detractores del cineasta, que la considerarán irremediablemente francesa.

7 «La chica del puente»

Vanessa Paradis está a punto de saltar al Sena con intenciones suicidas, pero Daniel Auteuil, de profesión lanzador de cuchillos, aparece justo a tiempo. Patrice Leconte , un cineasta que estuvo muy de moda hace algunos años («El marido de la peluquera») juega al circense más difícil todavía con esta parábola de 1999 sobre el amor, el destino y la muerte, puñalada trapera contra las comedias románticas al uso, rodada en un afilado blanco y negro con más talento que dinero.

8 «Amelie»

Jean Pierre-Jeunet , sin su Caro habitual, nos contó en 2001 el fabuloso destino de Amelie Poulan con tanta gracia que Audrey Tautou jamás se despegará del todo el personaje, unido a su vez de forma inseparable a las calles de París. Los sueños de la joven se asoman a través de sus ojos inmensos, ventanas abiertas a un mundo de fantasía y a una docena larga de localizaciones parisinas que llegan hasta el cielo.

9 «En la ciudad sin límites»

Hay otros ejemplos procedentes de nuestro país, como «Españolas en París» (1971), de Roberto Bodegas, pero parece preferible la película de Antonio Hernández (2002). Fernando Fernán-Gómez vive sus últimos días en la capital francesa, arropado por su familia y atormentado por viejos temores, mientras se dirime el reparto de la inminente herencia. Espléndido drama de intriga, sobresaliente en cada apartado. Mención especial merecen el guión, la fotografía, la dirección artística, la música y absolutamente todo el reparto.

10 «Soñadores»

Bernardo Bertolucci hace dos de las cosas que se le dan mejor: descubrir a un bellezón, Eva Green (que acabaría de chica Bond) y provocar con un argumento extremo. El italiano se remonta al París del 68 en una película de 2003, donde dos hermanos que se entienden demasiado bien conocen a un joven americano, que se une a la fiesta. Morbosa, retorcida e inteligente, la película tiene grandes momentos y contiene más de un homenaje al cine que emocionará a muchos de sus seguidores. Aunque abusa de los interiores, no llega al extremo de otra de sus grandes películas francesas, «El último tango en París», y hay algún paseo interesante.

11 «Antes del atardecer»

En «Antes del amanecer» (2004), Ethan Hawke y Julie Delpy se conocían en Viena y pasaban una noche inolvidable. Diez años después, en medio de un film de Richard Linklater, se vuelven a ver en París con una promesa de reencuentro rota por el camino. De café en café, en los parques y en el Sena, esta segunda parte no solo está a la altura de la primera, sino que es uno de los grandes títulos del cine romántico de la última década.

12 «Midnight in Paris»

Del catálogo turístico europeo al que se ha entregado Woody Allen en los últimos tiempos, su guía parisina de 2011 es muy superior a la de Barcelona o a la romana, pese a sus detractores. Los habituales hallazgos del guión están escritos sobre un trasfondo moral de altura, una receta antinostálgica contra los quejicas que en cada época han pensado aquello de «cualquiera tiempo pasado fue mejor».

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