la nada nadea
Donde España no existe
En el universo do mora media Convergència, no existe España. Los aquejados quieren viajar por el mundo sin que les pregunten por las huellas de la Nación borrada
Con dinero público, que es único que manejan esos tres ayuntamientos y la Diputación de Gerona, financian los convergentes una "nueva historia" donde el Quijote se escribió originalmente en catalán, conociendo nosotros por genuina una traducción, lamentable por demás. Es entrañable, es adorable este trastorno colectivo cuyo detonante, un Bilbeny, jamás podrá imaginar hasta qué punto me ha devuelto, con su castle in Spain, ay, perdón, con su soñar despierto, a la magnífica literatura de Bioy Casares sobre universos paralelos, precursora de la hipótesis de los multiversos en la física teórica contemporánea.
Bioy imaginó el viaje de un piloto militar que saltaba, en singular pirueta, de universo en universo. En uno de ellos, Irlanda no existía. En el universo do mora media Convergència, no existe España. Los aquejados quieren viajar por el mundo sin que les pregunten por las huellas de la Nación borrada. Si alguien mencionara el Quijote, o el Lazarillo de Tormes, o el descubrimiento y conquista de América, ¿no se derrumbaría su castillo en la no-España?
¡No y no! Los locos son de atar no solo por la eventual necesidad de sujetarlos, sino porque atan y atan, meticulosa e inútilmente, sus delirios. Llevan diarios imposibles de minuciosa incongruencia, convencidos de guardar obras maestras. Han ligado con la cuerda de su insania, ajustadito, diminuto y fatal un mundo donde el navegante catalán Colom partió del puerto de Pals, enarbolando una senyera, para descubrir América, nuevo mundo que Cataluña conquistaría, como lo demuestra, entre otras muchas cosas, que la bandera de los Estados Unidos esté copiada de la catalana.
Mientras Cataluña llevaba a cabo su gran gesta, corrieron los dos siglos de Oro de la literatura catalana, que una conspiración perversa ocultó presentándolos como siglos de Oro de la literatura castellana. El fenómeno, sin duda, merece la atención de los especialistas. De momento, no les lleven la contraria. Con voz muy dulce, sin elevar el volumen, díganles que sí, que claro, que tranquilos.
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