corazón de león
En un suspiro
vicente ángel pérez
Doce días como doce uvas han caído ya en este 2014 que, en un suspiro, en lo que dura un brindis a la luna, dejó de ser el «año que viene» para sumir a 2013 en la fosa del olvido, ésa cuyo epitafio reza: «Cualquier ... tiempo pasado fue peor». Del viejo al nuevo año se pasa en una medianoche atravesada por una estrella fugaz. A fin de cuentas, la vida es una sucesión de suspiros (de amor, de ansia, de pena, e incluso de España) hasta llegado el último, que no es el tópico de las crónicas deportivas («La Cultural derrotó al Avilés en el último suspiro», titulaban los periodistas hace unos días).
En un suspiro, por ejemplo, en el segundo que tarda una bolita en caer del bombo de la Lotería, un tren cargado de millones de euros pasó por los oxidados raíles que aún surcan la provincia leonesa y se detuvo en la vecina estación de Monforte de Lemos, antaño capital ferroviaria del Noroeste; sí, antaño, cuando el ferrocarril era fuente de vida para tantos pueblos y ciudades; cuando el factor de las estaciones era capitán general, cuando el revisor era como de la familia, cuando el bar humeaba cafés y carajillos de Fundador, cuando el quiosco presidía, pletórico de periódicos y revistas, la sala de espera; cuando en el barrio de la estación los hostales, las pensiones, los bares y los ultramarinos acogían a viajeros, viajantes y vecinos en una diaria (y nocturna) celebración de vida y convivencia, de pan para hoy y esperanza para mañana. Aquello murió hace años, pero por el suspiro de esa bolita de la Lotería, la estación fantasma de Monforte ha regresado, con los Reyes, a la vida.
Y, al contrario, lo que dura el cierre de un telón, que es un suspiro, ha bastado para enterrar 78 años de historia en Valladolid; para cerrar el cine Roxy con sus tardes de sueños e ilusiones hechas realidad en la pantalla. Luto cultural en Valladolid. Como en Salamanca, en donde se ha escuchado, como una marcha fúnebre, el pasodoble «Suspiros de España» para despedir al ganadero Nicolás Fraile, que deja a la Fiesta de los toros más huérfana y errante en su incierta travesía hacia un futuro que no existe.
La vida es un suspiro de suspiros. Y la otra noche, en pleno centro de León, en esa calle de Ordoño II aún iluminada por las luces navideñas, repleta de escaparates de lujo inaccesible para buena parte de los ciudadanos, moría en la madrugada invernal, al cobijo de una manta, un indigente, que es como ahora se llama a los pobres de solemnidad. Su último suspiro fue a las puertas de uno de esos establecimientos que, pese a su extraordinaria ubicación, suspiran por no cerrar en este 2014 que llegó en un suspiro y amenaza con convertirse en el año de los suspiros.
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