no somos nadie
¿En quién pensarán?
antonio piedra
Que algo huele a podrido, y no en Dinamarca, lo saben hasta los pinches de cocina que ven con cierto repelús cómo por el rabo de la cuchara sube el ratón a la olla. Qué güay. Pero como los Reyes quedan ya tan lejos que ... a la rana le ha crecido el pelo, vayamos a los hechos. El pasado martes, y desde Palencia, un medio de Castilla y León –que de inmediato reprodujeron los medios nacionales digitales como síntoma de un mal augurio–, publicaba una entrevista del salmantino Ignacio Cosidó, director general de la Policia Nacional. Lo que más enorgullecía al jefe del orden público eran «los más de veinte mil servicios humanitarios» que los agentes habían realizado durante el 2013.
Nada que objetar si, efectivamente, el servicio de policía fuera el de una congregación de ursulinas o una ONG para el cultivo del humanismo en cantimplora. Pero como es todo lo contrario –la policía es un funcionariado ejecutivo que pagamos todos para mantener el orden y las leyes, y nada más–, cuando uno lee chorradas semejantes nos recuerda a las zapateriles en febrero de 2008. El paro crecía a espuertas y el genio de León puntuaba a Luis del Olmo: «Yo te haría un matiz, Luis, son personas que se han apuntado al paro. No es lo mismo, porque al paro se apuntan personas permanentemente en busca de empleo». De semejantes paridas, salen ahora éstas de Cosidó, y en línea directa con su Ministro del Interior.
A las 24 horas –un poco más– de esas declaraciones para franciscanos mínimos en místicas sandalias, saltó el escándalo del segundo faisán en la democracia española que da idea exacta de la verdadera función que en estos momentos se asigna a las fuerzas del orden. ¿Cuál? Seguir al pie de la letra la consigna de San Matero y Zapatero: hay que perdonar a los etarras no una vez sino hasta «setenta veces siete». ¿Cómo? Con ejemplos humanistas: media hora antes de proceder al registro y detenciones a etarras, el Ministerio del Interior, evangélicamente, avisó a la jauría con delicadeza. ¿Error humano o humanismo de rebaño? Ni lo uno ni lo otro: simple patrimonio de la imbecilidad al servicio de una causa absolutamente inhumana.
Ayer la fiscalía daba por bueno el «fallo humano», y archivaba la posibilidad de un delito. Pero la sospecha, empezando por los sindicatos policiales y terminando por la ciudadanía, pesa tanto como una losa por mucho que un Ministro y un Director general –el uno de Valladolid y el otro de Salamanca– digan que son distintos. Ellos han demostrado que sólo hay dos clases de políticos: los zapateros simples y los zapateros al cubo. Unos y otros comparten el mismo sueño que el maestro de León cuando le decía a su media naranja en la intimidad de la alcoba: «No te puedes imaginar, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar». ¿En quién pensarán sus díscípulos? ¿En Bildu?
¿En quién pensarán?
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