Grecia cede y acepta las reglas del Eurogrupo que Tsipras quiso romper

El inicio de la reunión de ayer del Eurogrupo se retrasó sucesivamente durante más de tres horas mientras los gobiernos de Atenas y Berlin, junto a la Comisión Europea, trataban de pactar un acercamiento de las posiciones para plasmarlo en un nuevo documento que recoge las exigencias de la mayoría de los países de la moneda única. Dicho documento debe recoger también una lista exhaustiva de las medidas que pretende adoptar Alexis Tsipras durante los cuatro meses de extensión del rescate. Los cuatro meses en lugar de seis son una cesión más por parte de Grecia, que tendrá que permanecer este tiempo sometido a la espada de Damocles de los pagos que tiene que hacer en julio al Banco Central Europeo y para los que volverá a necesitar ayuda de sus socios de la zona euro.

El presidente del Eurogrupo, el socialista holandés Jeroen Dijsselbloem, dijo al entrar en el edificio del Consejo que había «motivos para algo de optimismo», aunque seguía pensando que el acuerdo sería muy difícil. El ministro de finanzas griego, Yanis Varufakis, creía sin embargo que al final habría «fumata blanca» porque la carta que había enviado su gobierno la víspera era una suma de concesiones que iba más allá de lo que el gobierno populista de Syriza consideraba al inicio de la negociación.

«El Gobierno griego ha hecho un esfuerzo adicional, ha ido muy lejos y ahora esperamos que nuestros socios nos encuentren, no a mitad del camino, sino a una quinta parte del camino». Se puede considerar, en efecto, que el Gobierno de Syriza ha acabado aceptando lo esencial que se le exigía por parte de los países que le han prestado el dinero. En líneas generales, Tsipras ha tenido que frenar bruscamente desde la velocidad de campaña electoral en la que se había embarcado después de su victoria en las urnas el pasado 25 de enero, a la dura realidad de las instituciones europeas.

Según fuentes europeas, las incesantes gestiones entre las capitales en las que participaron sobre todo el presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande y, por supuesto, el primer ministro griego Alexis Tsipras, lograron la redacción de un nuevo documento, mucho más corto y conciso, en el que Atenas se limita a pedir una prórroga del actual programa de rescate en las condiciones legales actuales, tratando de no dejar espacio para interpretaciones unilaterales. Tsipras había llegado a pedir que se convocase una cumbre extraordinaria de los jefes de Estado o de Gobierno de los países del euro para este domingo, en caso de no llegar a un acuerdo. El presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, había reconocido que los preparativos de la reunión estaban en marcha.

En realidad, la mayoría de los ministros habían recordado al llegar que tenían más dudas que certezas sobre los verdaderos compromisos del gobierno griego en su última propuesta, empezando por el alemán Wolfgang Schaeuble, para quien es esencial que el Gobierno de Alexis Tsipras acepte sin reticencias e íntegramente los compromisos adoptados por los anteriores ejecutivos que representaron a Grecia ante las instituciones. «No se trata de un único país -dijo el ministro alemán- se trata de Europa. Se trata de que podamos confiar los unos en los otros. Estamos todos determinados a que lo que ya hemos negociado durante tanto tiempo se tome en serio».

También el vicepresidente de la Comisión encargado del euro, Vadis Dombrovskis, dijo que la actitud y la «retórica variable» de los dirigentes populistas de Syriza, que vacilan entre la efervescencia electoral y el realismo de un país que está en la ruina, ha minado la confianza del Eurogrupo y será necesario hacer un esfuerzo por reconstruirla antes de llegar a un acuerdo.

El español Luis de Guindos se pronunció en el mismo sentido: «las reglas son las que son y hay que cumplir los compromisos de pago derivados de la deuda, que la extensión del programa es global, es decir, que afecta tanto a la parte de financiación como a la parte de los compromisos» y a su vez esos compromisos deben ser supervisados como ha sido hasta ahora por «las llamadas instituciones, antigua troika o trío».

El calendario no se puede estirar más, porque el lunes es fiesta en Grecia y el martes 24 el Gobierno tiene que hacer frente a un pago de cerca de 500 millones de euros del EFSF (el Fondo de Rescate Europeo), correspondientes al coste financiero de la operación de quita de la deuda privada y que Atenas debe pagar so pena de entrar en quiebra técnica. Si para entonces no hubiera habido un acuerdo, se calcula que se podría producir una estampida de retiradas de efectivo de las cuentas bancarias (o de peticiones, porque las cajas fuertes de los bancos estarían probablemente vacías). La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de limitar al mínimo la asistencia de emergencia al sector financiero griego ha tenido sin duda su efecto en la evolución de las posiciones de los griegos.

En el fondo de esta batalla política se discuten dos elementos sustanciales: la primera, la posibilidad de una salida de Grecia del euro, que ha estado más cerca que nunca, aunque en su conferencia de prensa de ayer en París tanto la canciller Merkel como el presidente Hollande reafirmasen, cada cual a su manera, el compromiso de mantener al país en el seno de la moneda única. La segunda ha sido el reconocimiento de la validez de los compromisos adoptados en el seno de las instituciones europeas. Tsipras ha cometido el error de pensar que el mandato que ha recibido de los sufrientes ciudadanos griegos le permitía ignorar que en Europa las decisiones adoptadas colectivamente tienen validez para todos. Se pueden cambiar, pero para ello hay que negociar con los demás socios. Y eso es lo que le han ofrecido para después del fin de esta prórroga. Pero, mientras tanto, no tiene más remedio que aceptar las reglas en vigor.