Al menos 27 muertos en nuevos disturbios en la región china de Xinjiang

Armados con cuchillos, los agresores mataron a nueve agentes y ocho civiles antes de que la Policía abatiera a diez de ellos. De momento, se desconocen las causas del sangriento asalto, pero este tipo de enfrentamientos interétnicos suelen desatarse con relativa frecuencia en Xinjiang, una remota región a 4.000 kilómetros de Pekín cuyos habitantes originales, los uigures de religión musulmana, aspiran a la independencia para formar el Turkestán Oriental.

El último estallido de violencia, q ue dejó 21 víctimas, ocurrió el pasado mes de abril en la prefectura de Kashgar, pero el más grave de todos tuvo lugar en julio de 2009, cuando 200 personas – la mayoría chinos de la mayoritaria etnia “han ” – murieron en Urumqi, la capital provincial.

Los grupos uigures en el exilio acusan al autoritario régimen de Pekín de reprimir por la fuerza la religión y la cultura locales, mientras que el Gobierno chino culpa de la violencia a los extremistas islámicos. Fronteriza con Mongolia, Rusia, Afganistán, Pakistán, India y varias repúblicas ex soviéticas de Asia Central, esta vasta región ha permanecido bajo el control de los distintos imperios chinos cuando sus dinastías eran lo suficientemente poderosas para imponer su autoridad. Tras dos intentos fallidos de independencia en los años 30 y 40, las tropas comunistas de Mao Zedong tomaron en 1949 Xinjiang, la región más conflictiva del país junto al Tíbet.

Desde la constitución de la Región Autónoma Uigur en 1955 y la construcción del ferrocarril, los chinos de la etnia “han” (pronúnciese “jan”) han colonizado Xinjiang para explotar sus yacimientos de petróleo y minerales. De sus 20 millones de habitantes, ocho son uigures, entre siete y ocho millones pertenecen a la etnia “han” y el resto se lo reparten kazajos, hui musulmanes, kirguizes, mongoles y otras minorías.

Uigures, paupérrimos campesinos

Ocupando los mejores trabajos y ostentando el poder político y económico, los “han” residen separados de las otras comunidades. Frente al carácter emprendedor y moderno de los “han”, la mayoría de los uigures son parados que viven hacinados en lo que queda de los cascos históricos o paupérrimos campesinos que habitan cabañas como hace siglos. Unas graves diferencias sociales que, junto al independentismo y al islamismo , sirven de cultivo para la violencia en Xinjiang