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Familia

Depresión post parto, un tabú en nuestra sociedad más grave de lo que parece

España no dispone de cuidados específicos para prevenir un trastorno que afecta a muchas mujeres después de dar a luz y cuyas consecuencias, en algunos casos, pueden ser muy graves

Depresión post parto, un tabú en nuestra sociedad más grave de lo que parece

gema lendoiro

Esta semana una mujer arrojó por la ventana a sus dos hijos de 10 años y 18 meses para después tirarse ella . Afortunadamente los niños están fuera de peligro y no han sufrido mayores consecuencias que leves traumatismos faciales. La madre permanece ingresada en la unidad de psiquiatría de un hospital de Toledo a la espera de ser evaluada. Después de esto pasará a disposición judicial acusada de homicidio en grado de tentativa. No sabemos nada del caso por lo tanto es aventurado hablar de esta mujer en particular pero sí sabemos bastante de lo que una depresión postparto severa puede hacer (tirar a los hijos por la ventana, por ejemplo)

La sociedad se horroriza ante hechos así porque de natural no es comprensible que una madre atente contra sus propios hijos puesto que justamente si por algo se caracterizan las mamíferas es por la «ferocidad» (como lo denomina Nils Bergman) en el cuidado de las crías. Cuando esto no sucede así o, en casos muchos menos graves como puede ser el rechazo al bebé, la apatía… podemos estar asistiendo a la llamada depresión postparto, una situación que en la mayoría de los casos ni es tenida en cuenta ni se le da la mayor importancia cuando debería ser justo al contrario. De hecho hay depresiones posparto que pueden convertirse en crónicas y, si la madre que la padece está al cuidado de los hijos, lo lógico sería tomárselo con una seriedad y profesionalidad más exhaustiva de lo que se hace hoy día.

«La locura, desde un punto de vista psiquiátrico o psicológico es la pérdida de conexión con la realidad y eso sólo ocurre en aquellos trastornos mentales conocidos como psicosis, por ejemplo en la esquizofrenia o la enfermedad bipolar», explica para ABC Olga Carmona, psicóloga clínica con dilatada experiencia en mujeres que han sido madres. «También hay una forma de psicosis llamada puerperal, donde una mujer atraviesa por un estado de locura, generalmente transitorio, en la cual concurren los mismos síntomas que en cualquier otro tipo de brote psicótico, aunque enfocados en este caso al bebé y a sí misma» expone.

Orígenes de la depresión. Causas y hábitat

¿Dónde pueden estar los orígenes de tanta depresión post parto? ¿Tendrá que ver con el modelo de sociedad que vivimos?, ¿pasa esto en otras culturas? Para Carmona hay un hecho irrefutable, un hecho doloroso que es que «las mujeres estamos muy solas en la maternidad ya que vivimos en una sociedad donde por un lado se sacraliza la maternidad y la función materna y por otro se ningunea e incluso se sabotea. Es decir, nuestra cultura encumbra a la madre pero no apoya ni da valor a la maternidad», reflexiona la psicóloga.

«De hecho, recuerda, las empresas no quieren mujeres en edad de quedar embarazadas , la escasez de la licencia por maternidad es insultante, hay un vacío a nivel de apoyos y redes que hagan a la recién parida sentirse contenida». Además, sostiene la experta, nuestra cultura «no dispone de ninguna acción específica que dote de significado a la maternidad ni proteja un estado vital de gran vulnerabilidad, como es el puerperio».

Hay una realidad insoslayable y es que la mayoría de las mujeres se enfrentan solas y con una información escasa y deformada de lo que va a pasar cuando sean madres. Olga Carmona reconoce que «en los famosos cursos de preparación al parto no se trabaja con la parte emocional, no se nos prepara ni remotamente para el revolcón vital que va a suponer en la vida y en el cuerpo de una mujer, traer un hijo al mundo. Se habla de curar ombligos, de la temperatura del agua del baño, de las respiraciones en el parto, todo muy logístico. En cuanto al apoyo que recibimos, con suerte tendrás una pareja que sepa cómo apoyar o una madre que no trate de sustituirte en tu nuevo rol. Con alta probabilidad de sentirás entre invadida, decepcionada y sobre todo sola frente a una responsabilidad que te desborda y un desajuste de hormonas corriendo por tu torrente sanguíneo».

Las guerras entre las malas y las buenas madres

Hay cientos de mandatos sociales que nos dicen cómo debe ser una «buena madre» y una rígida moralidad que señala con el dedo acusador a aquellas mujeres que se salgan del patrón, pero no se nos dan los recursos ni los apoyos para poder serlo.

Olga Carmona es clara al respecto: «Trabajo con mujeres, todas ellas con un perfil similar: cultas, con estudios superiores, independientes económicamente y con un mínimo trabajo emocional elaborado. De estas mujeres, todas las que son madres, tienen un denominador común: el miedo a ser «malas madres». Cuando les pregunto qué es, en su opinión, una mala madre, me responden unánimemente: no siempre puedo estar disponible, a veces estoy cansada y quiero estar sola, a veces quiero que alguien me los quite de encima un rato porque no puedo más, me siento culpable, me siento culpable porque no soy lo suficientemente perfecta como madre, a veces pienso que esto es demasiado difícil y desgastante, no se hacia donde tirar, tengo dudas, tengo miedo, me siento sola». «Lo más significativo de este unánime sentimiento es que jamás se atreverían a verbalizarlo fuera de la terapia porque tienen la creencia de que sólo por sentirlo o pensarlo ya son malas madres. Es decir, la presión cultural es atroz y a la vez están, estamos solas», remarca Carmona.

La maternidad no interesa a nivel social

La psicóloga admite con tristeza que «la maternidad a nadie interesa a nivel social, las madres están solas para conciliar profesión y crianza, sólas para gestionar emocionalmente a nuestros hijos y a nosotras mismas en un universo que resta importancia a la crianza y que da por sentado que una de nuestras funciones como mujeres es procrear para lo que no necesitamos apoyos, solas en la mayoría de las ocasiones con nuestras parejas que nos siguen, los que nos siguen, a una distancia a veces infinita».

Así que, explica, «no es de extrañar que en este caldo de cultivo aparezca algún tipo de depresión que va desde la sintomatología más leve y de muy poca duración hasta un trastorno psicótico que si no se ataja en el tiempo puede acarrear una tragedia. Hay muchos factores que influyen en la aparición de una depresión postparto, de tipo biológico y orgánico hasta psicosociales, y hoy sabemos que son estos últimos los que más determinan la aparición, el curso y la curación de este trastorno».

Depresión postparto, una enfermedad típica de sociedades «avanzadas»

«La depresión postparto apenas se da en otras culturas donde sí se otorga al nacimiento y a la maternidad un lugar coherente entre biología y cultura. Aquellas sociedades que cuentan con ceremonias para ritualizar el puerperio, reconocen esta etapa transicional en la vida de una mujer como muy vulnerable y crítica y se ponen en marcha estructuras de apoyo para que dicha transición no sea traumática. También se respetan las necesidades de madre e hijo favoreciendo que la biología haga su trabajo como los mamíferos que somos, sin forzar separaciones entre ambos, protegiendo el espacio emocional de la recién nacida madre y el recién nacido hijo, para que este vínculo primero y esencial sea nutrido, para que fluya una lactancia natural, para que toda la energía de la madre pueda estar disponible para un momento vital que así lo requiere», explica la experta.

No hay que dejarlo sin atender ya que como explica Olga Carmona, «la psicosis puerperal se considera como el trastorno postparto más grave, encontrando también la llamada depresión postparto y lo que algunos autores describen como melancolía postparto o baby blues, que sería la versión más leve y que suele atajarse sola tras unas semanas después del parto».

Tratamiento de la depresión postparto

Carmona tiene clarísimo cómo se atiende a una mujer con depresión post parto. «Atendiéndola, conteniéndola, escuchándola. Viendo cómo se comporta con el bebé, creando espacios donde la culpa esté fuera de la ecuación y pueda expresar cómo se está sintiendo. Los síntomas son muy parecidos a los de cualquier estado disfórico o depresivo: ansiedad, tristeza, irritabilidad, culpa, desconexión, anhedonia (ausencia de placer), baja energía y concentración…».

El tratamiento depende de la intensidad del trastorno. En el caso del más leve, suele desaparecer sola pocos días después del parto. Si los síntomas persisten, hay que acudir al médico de familia y al psicólogo para tratarla, generalmente con una combinación de fármacos y psicoterapia. Y por último, en la psicosis, puede que se haga necesario el ingreso hospitalario para evitar agresiones hacia el bebé o incluso autoagresiones y se trataría en una primera instancia con antipsicóticos y otros fármacos y posteriormente con psicoterapia.

Lo que debemos hacer

—Escuchar y mirar más a las madres en lugar de ignorarlas, como hacen en la mayoría de los centros hospitalarios.

—Contar con enfermeras que tratan con las recién paridas, con una formación específica en depresión postparto para que sean capaces de detectar ya en los primeros días del puerperio indicios de una posible depresión.

—Cursos de preparación al parto que incluyan también prevención y detección, que dichos cursos tengan un enfoque más emocional y menos logístico,

—Tener una sociedad que entienda que no hay un hecho más trascendente que la llegada de un ser humano al mundo y que ésta no puede ser de cualquier forma porque tiene precio después, no sólo en la vida de ese ser humano, sino en la de todos los demás en tanto somos seres sociales y extraordinariamente gregarios.

—Desestigmatizar la depresión, quitarle ese componente de voluntariedad que de una u otra manera flota sobre la creencia colectiva y entenderla como cualquier otra enfermedad sobre la que la persona que la sufre, lo único que puede hacer es comunicarla y tratar de curarse con ayuda externa, son algunas posibilidades que oxigenarían la presión emocional que siente una mujer que acaba de dar a luz.

—Revisar nuestras creencias sobre «cómo debe ser una buena madre» para que las nuevas madres no se vean en la obligación de tener que cumplir con un modelo de perfección tan inalcanzable como inexistente.

—Traer al mundo hijos deseados desde el corazón pero también desde la consciencia, hacer un acercamiento al maternidad y paternidad real, no a la dichosa que nos venden los anuncios de bebés

—Prepararnos emocionalmente para una experiencia inmensa e irreversible, e iniciarnos en un camino donde la ayuda no sólo es necesaria, sino imprescindible, y cuyo enfoque sea el de vivir una experiencia y una oportunidad de crecimiento y de lucidez.

—Ser conscientes de que traer un hijo al mundo es mucho más que procrear y trasmitir genes y traumas, no hay ninguna posibilidad, ni para las madres, ni para la sociedad de la que formamos parte.

Olga Carmona está convencida de que «la sociedad, ese ente abstracto del que tiramos siempre para explicar lo bueno y lo malo que nos acontece, no es otra cosa que el conjunto de seres humanos que lo compone y de la calidad humana de cada uno de ellos depende el resultado global. No hay ninguna abstracción aquí, es pura matemática de primero de infantil».

 

 

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