Javier Gomá: «La decencia no se puede regular, ni codificar ni reglamentar»

Cuando se producen conductas ilegales que merecen sanción jurídica y un repudio moral colectivo, los políticos, presionados por la opinión pública, quieren hacer algo rápido, concreto y visible. Lo más socorrido es reformar leyes e instituciones, que pueden anunciarse en breve plazo y calman provisionalmente la indignación general. Pero lo que en el fondo reclama la ciudadanía es decencia y honestidad. Y la decencia no se puede regular, ni codificar ni reglamentar. Tampoco se puede imponer por ley. Es una opción del corazón. La ley y las instituciones son muy importantes: establecen las reglas de juego, generan hábitos, impiden materialmente algunas corrupciones. Pero lo decisivo es la educación sentimental del corazón. Que la gente quiera lo bueno aunque no tenga premio y repugne lo malo aunque no reciba castigo.

¿Hay un riesgo real de que la inacción derive en una quiebra del sistema?

Mientras la sociedad se escandalice, no hay riesgo de quiebra. Porque los políticos para ser elegidos o reelegidos deben satisfacer las demandas sociales elementales.