¿Quién manda en quién? ¿ETA o Sortu?

La sincronización es plena pero, ¿quién manda en quién? Hace apenas unos años, semejante planteamiento no habría provocado duda alguna. ETA siempre ha sido la «vanguardia» del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), ha actuado como gendarme y garante de cuanta estrategia ha desarrollado la «izquierda abertzale» y, en última instancia, ha depurado a cuantos han osado rebelarse. Como ejemplo, la banda «deportó» a Nicaragua al exdirigente de Hasi Txomin Ziluaga por atreverse a sugerir a los terroristas que se tomaran unas «vacaciones» hasta que se rebajara la conmoción que causó la matanza de Hipercor.

A partir de 2010, sin embargo, ETA se ha ido replegando a sus «cuarteles de invierno» y progresivamente Sortu se ha hecho con la dirección política del MLNV. Para los expertos, ha sido el partido de Rufino Etxeberria y compañía el que ha forzado a ETA a dar pasos. Impuso la ponencia «Zutik, Euskalherria», que apuesta por las vías exclusivamente políticas, en detrimento de la ponencia «Mugarri», que defendía la estrategia «político-militar», esto es, alternar los atentados con maniobras políticas, como treguas. Precisamente es la ponencia «Zutik» donde por primera vez la «izquierda abertzale» aboga por la «unilateralidad» como estrategia, ante la negativa del Gobierno a negociar. Es decir, declaraciones unilaterales de independencia o insumisión a las leyes del Estado. De ahí que los expertos sostengan que la iniciativa de impulsar una «vía vasca» ha sido obra de Sortu y que ETA la ha asumida.

¿Por qué entonces Sortu no le exige a la banda que se disuelva y entregue las armas? Con independencia de que al partido de Rufino Etxeberria le viene bien la existencia de la organización terrorista como medida disuasoria, también es cierto que ha asumido que ETA se quede en exclusividad con lo que le atañe directamente: presos y desarme, lo que denomina las «consecuencias del conflicto».