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«Los depredadores fantasean en prisión con sus ataques»

No son terroristas, ni mataron por odio ideológico. Son «depredadores», individuos incapaces de sentir piedad por sus víctimas, psicópatas que trazan planes para violar y asesinar. La sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha puesto a varios de ellos a un paso de la calle

«Los depredadores fantasean en prisión con sus ataques» efe

pablo muñoz

Juan Manuel Valentín Tejero, Pedro Luis Gallego o Miguel Ricart son algunos de los «depredadores» –así se les conoce en el argot penitenciario– que pueden salir de prisión tras la decisión del pasado lunes del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. A pesar de los años que han pasado, sus crímenes no se olvidan . La violación y asesinato de la pequeña de nueve años Olga Sangrador; de las jóvenes Leticia Lebrato y Marta Obregón, y de las niñas de Alcácer, Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández, abrieron en canal a una sociedad atónita ante la extrema crueldad con la que actuaron sus verdugos. Ahora, la pregunta es obvia: veinte años después, ¿estos tipos pueden haber cambiado?

Los expertos de Instituciones Penitenciarias consultados por ABC, que han tratado a este tipo de sujetos, no tienen dudas: «Se trata de criminales incluidos en el 5 por ciento de los que tienen más posibilidades de reincidir. No se conforman con perpetrar una agresión sexual, además matan . Actúan, por tanto, con una violencia innecesaria para conseguir su objetivo, lo que que desvela una personalidad psicopática, un plus de maldad. De forma habitual no se someten a un programa de rehabilitación, y cuando lo hacen los resultados son muy limitados porque son impermeables a ese tipo de tratamientos». Y continúan: «Son personas que no tienen una afectividad desarrollada, que carecen de empatía; es decir, son incapaces de sentir el dolor de los demás».

«No son enfermos»

No son enfermos mentales. Tal como demuestran los distintos informes forenses que se han podido escuchar en los juicios a los que fueron sometidos, «distinguen entre el bien y el mal, y eligen este último». Además, siempre según las fuentes de Prisiones, «no son individuos impulsivos, como alguien podía pensar . Al contrario, analizan la situación y solo actúan cuando consideran que tienen posibilidades de éxito. Por tanto, diseñan y ejecutan un plan para satisfacer su deseo». Por ejemplo, si se trata de pederastas es habitual que merodeen por los colegios, que se acerquen a los niños y les hagan regalos, que se ganen su confianza hasta lograr que se vayan con ellos.

«Cuando se les examina –añaden los mismos medios– queda en evidencia que antes de convertirse en violadores y asesinos de hecho ese ataque se ha convertido para ellos en una fantasía sexual, es una escena que han recreado en su mente con anterioridad y que la hacen realidad en el momento más favorable para ellos. Por tanto, antes de que hayan perpetrado los ataques en su imaginación ya son agresores sexuales».

Psicólogos que participan en los tratamientos de rehabilitación de estos criminales añaden elementos inquietantes a su perfil: «Cuando están en prisión siguen fantaseando con sus delitos. Es su forma de obtener satisfacción sexual, que de otro modo no encuentran. Si aceptan someterse a un tratamiento nuestro trabajo consiste en intentar eliminar esas fantasías y ayudarles a que puedan dar una respuesta adecuada cuando se presenten». Pero incluso aunque consigan controlarse a nivel conductual hay algunos que no quieren desprenderse de ello: «Te dicen que no les puedes quitar sus fantasías, porque entonces qué les queda».

En prisión, según las fuentes de Instituciones Penitenciarias consultadas por ABC, tienen un comportamiento muy correcto: «Se adaptan mejor que la mayoría , son muy respetuosos con los funcionarios y pueden llegar a tener un destino de cierta responsabilidad sin crear el menor problema». En los centros, por tanto, su conducta es normal, entre otras razones porque no se relacionan con niños, en el caso de los pederastas, ni con mujeres a las que consideren vulnerables. «Claro que en los módulos puede haber funcionarias, y también hay psicólogas o educadoras sociales... Pero no intentan nada, porque se trata de una población controlada». Ellas son las que mandan, las fuertes, y ellos lo tienen muy claro.

La reacción que pueden tener estos individuos en el exterior de la prisión es, cuando menos, incierta. Atrás queda para ellos una vida normalizada, en la que están siempre vigilados. «Al contrario de lo que sucede con los tratamientos de desintoxicación de drogas, en el que los internos cuentan con medios y apoyos de organizaciones para continuar sus tratamientos en el exterior, en el caso de los delincuentes sexuales no sucede lo mismo. No hay nadie que se ocupe de ellos, por lo que tampoco tienen quién les controle . Y el riesgo se dispara». El precedente de José Franco de la Cruz, «Pepe el Boca», que cumplió condena por la violación y asesinato en 1991 de la niña de Huelva de nueve años Ana María Jerez Cano, es muy ilustrativo. Después de 21 años en prisión, rozando los 50, este individuo salió a la calle en mayo de 2012 proclamando su inocencia. Apenas tres meses después fue de nuevo encarcelado acusado de violar a una indigente en las proximidades de un albergue de Madrid. «¡Usted y yo nos volveremos a ver!», le espetó al juez que lo envió de nuevo a prisión.

En el caso de los que pueden beneficiarse de la sentencia de Estrasburgo, las fuentes consultadas alertan de que la mayoría de ellos carece de arraigo familiar y laboral, lo que complica las cosas. «Al tratarse de un peligro para la sociedad, cuanto más tiempo pasen en prisión es mejor. Eso hace que disminuya el riesgo, aunque no lo elimine». El factor de la edad juega su papel, aunque no es definitivo. Evidentemente, tiene un efecto limitativo de su capacidad de movimientos, y es cierto que con los años las probabilidades de reincidencia bajan. «Aunque en general es así –añaden los expertos–, no lo es menos que algunos ya tienen previamente problemas sexuales y utilizan objetos en sus ataques para suplirlos. Y en estos casos la edad cuenta menos», precisan.

Castración química

En cuanto a la castración química, recuerdan que «el violador en serie comienza a delinquir con la cabeza antes que de hecho. Es un problema mental Y esos productos no consiguen acabar con esos sueños sexuales; solo actúan en el plano físico».

Ahora el reto que se le plantea a Interior es serio. Si estos individuos –y otros peligrosos asesinos– salen a la calle, la alarma social será inevitable. Pero serán personas que han saldado sus deudas con la justicia y, por tanto, ciudadanos libres. ¿Se les puede vigilar? Las fuentes consultadas creen que se puede «estar atentos» a sus movimientos. Pero no seguir cada uno de sus pasos sin riesgo de que lo denuncien.

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