suplemento empresa/ tribuna
«Pruebas de esfuerzo bancario: dos orillas, dos mensajes»
Los test de estrés a la banca europea de noviembre de 2014 son el punto de partida de la unión bancaria
santiago carbó
Los análisis globales o comprehensivos del sector bancario europeo que llevará a cabo el Banco Central Europeo en noviembre de 2014 tendrán una repercusión importante por varios motivos. El primero, porque se va a convertir en el punto de partida de la unión bancaria ... , con el primer gran reto del BCE como supervisor único. El segundo, porque supone la primera gran prueba de resistencia del sector tras los convulsos episodios de tensiones de liquidez y deuda de los últimos años. Y el tercero y más obvio porque aún hay dudas sobre la salud del sector bancario europeo y, además, sobre hasta qué punto hay diferencias entre los bancos de los distintos países de la Eurozona.
En estos días en los que la Reserva Federal ha publicado los resultados de sus últimas pruebas de esfuerzo al sector, resulta tentador compararlas con las que ahora se quieren hacer en Europa. Esta comparación es algo complicada porque, aunque en esencia el objetivo es el mismo a ambas orillas del Atlántico -analizar la resistencia de las entidades ante escenarios macroeconómicos desfavorables- las metodologías y condicionantes estructurales (motivación de las pruebas, estado de la economía,…) presentan diferencias muy importantes. En todo caso, sí que hay lecciones de la experiencia norteamericana sobre las que resulta interesante reflexionar. Los test de estrés se realizaron por vez primera en Estados Unidos en 2009 con un objetivo claro: si volvían a darse condiciones económicas como las que se sufrieron en 2008, los bancos tendrían que tener capital para soportarlas aportando sus propios recursos. Por eso, desde entonces, la Fed ha ido realizando cada año estas pruebas y en las de 2014 ya ha añadido hasta 28 supuestos para un hipotético entorno desfavorable. Se trata de supuestos muy duros e improbables, como que el desempleo en Estados Unidos llegue al 11,25% en un año (desde el 6,7% actual) que las bolsas caigan el 50% en el mismo período o que los precios inmobiliarios lo hagan un 25%. Sin embargo, desde un punto de vista práctico, la orientación de la utilidad de sus resultados ha cambiado. Al principio, se tomó como herramienta para determinar cuánto capital era necesario y cuánto dinero público había que poner. Superada aquella fase -y con el país encarando la recuperación- lo que la Fed quiere saber ahora es si hay un exceso de capital suficiente y qué se va a hacer con él. En este sentido, si piden planes de capitalización y, si hay dudas sobre los mismos, se paralizan cuestiones tales como el reparto de dividendos. Y así ha sucedido esta misma semana.
En definitiva, Estados Unidos parece haber pasado a una nueva etapa en las pruebas de estrés, la de controlar que el capital se use de forma responsable más allá del momento del análisis. Lo que a muchos llama la atención, en relación con el caso europeo, es por qué las pruebas de esfuerzo en Estados Unidos gozan de mayor credibilidad cuando no siempre han seguido una metodología más exhaustiva que las europeas. La principal razón, en mi opinión, es que, desde un principio, la Fed siempre se ha cobrado algunas «víctimas», ha habido procesos de acción y corrección.
En Europa la situación y el mensaje son muy diferentes. Estructuralmente, hay un problema de heterogeneidad que no existe en Estados Unidos: en Europa no hay aún una unión bancaria y existen problemas para medir de forma homogénea la resistencia de los balances bancarios: fragmentación en precios y condiciones de acceso a mercados de liquidez y deuda, diferencias de valoración de activos, diferentes requerimientos de provisiones y un largo etcétera. Por eso, lo que se pretende en la Eurozona es una misión en dos etapas. Primero, el BCE va a tratar de ver la calidad de los activos con un análisis comprehensivo, que pondrá especial énfasis en comprobar si éstos están bien valorados. De forma paradójica, esto va a requerir hacer análisis específicos diferenciados en algunos países que, por ejemplo, miren a la cartera de renta fija y variable más en Alemania (donde hay más dudas sobre su calidad y valoración) y a la crediticia en España (donde los avatares han sido considerables y conocidos por todos). En una segunda fase, en coordinación con la Autoridad Bancaria Europea, se realiza una prueba de esfuerzo sobre escenarios macroeconómicos para determinar la resistencia.
Con estos mimbres, se entiende que la labor que hay por delante es considerable y de gran importancia y que, de hecho, está consumiendo mucho tiempo y recursos de los supervisores y de las entidades. Tres reflexiones finales:
Uno: que España haya estado sometida a pruebas de esfuerzo similares a las que ahora se van a realizar resulta una ventaja relativa pero, aún así, las condiciones van a ser duras y existe aún alguna incertidumbre.
Dos: Las pruebas se realizan con datos de diciembre de 2013 y, por lo tanto, permiten estrategias reactivas inmediatas. Es decir, si alguien sale mal en la foto en noviembre de 2014 puede que ya tenga su propia solución preparada para anunciar momentos después de la publicación de las pruebas.
Tres: De forma ideal, si todo va mejorando como debería, la mejor prueba de esfuerzo a la que deberíamos aspirar en las dos orillas del Atlántico es la que impulsara a los bancos a mantener estrategias de negocio basadas en una creación de valor responsable a largo plazo, más que a salir guapos en una foto estática. Los bancos que ya se adelantan a este reto, serán los líderes de la industria financiera en el futuro.
«Pruebas de esfuerzo bancario: dos orillas, dos mensajes»
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