Los Ballets de Montecarlo: festivo homenaje a la danza

Y es que para celebrar los veinte años de su llegada a Mónaco, Maillot ha creado un «Cascanueces» muy singular. Fue, de algún modo, la obra que le abrió las puertas del Principado. Hace casi veinticinco años creó una recordada coreografía de este clásico de Chaikovski ambientada en un circo para el Ballet de Tours y vino con ella a Mónaco. Con su nueva versión ha querido recordar estas dos décadas de trabajo con la compañía y rendir homenaje al conjunto, a su historia , y a todas las personas que le han ayudado, comenzando por la Princesa Carolina. «Yo soy de algún modo el personaje de “Cascanueces”, y éste es un cuento de hadas que transcurre en un país donde hay una princesa».

El hada Drosselmeyer

Maillot ha convertido a Carolina de Mónaco en el hada Drosselmeyer . También en parte de la escenografía: una fotografía de la Princesa tomando una clase de ballet con nueve años está presente durante todo el espectáculo en un rincón del decorado. «El día del estreno estaba emocionada –dice Maillot–; ella tenía 28 años cuando, en 1985, tomó la decisión de recuperar el Ballet de Montecarlo ; no había mucha gente que creyera en ella en ese momento». La Princesa, cuenta, se ha implicado en este «Cascanueces» desde el primer momento, e incluso ha dado algunas ideas para el vestuario de Clara, la protagonista.

Maillot llena su «Cascanueces» de guiños y homenajes : el primero, a la propia Princesa, a quien convierte en el hada que hace posible el sueño de Clara. «Le he dado al personaje incluso algunos tics que tiene ella», revela Maillot. Pero no es el único. Hay también homenajes a la historia de la compañía (con gran prestigio en los años cuarenta bajo el nombre de Ballets Rusos de Montecarlo) y a uno de sus más importantes coreógrafos: Georges Balanchine , con la inclusión de uno de sus ballets, «Serenade». Entre los guiños, destaca el que le hace al coreógrafo español Ramón Oller . Pero sobre todo, este «Cascanueces» es una fiesta de homenaje a estos veinte años de trayectoria. Desde el prólogo, situado en un circo, hasta el segundo acto, en el que recrea varias de sus coreografías: «La Cenicienta», «La bella durmiente», «El sueño» y «Romeo y Julieta». «Todos los fragmentos –dice orgulloso el coreógrafo– se han encajado dentro de la partitura de Chaikovski. Es toda la música del “Cascanueces”, menos siete minutos de “Serenade”, que también es del mismo compositor».

«Yo soy el Cascanueces»

En el «Cascanueces» de Maillot, Clara vive en un circo , un ambiente que no le gusta. Se duerme junto a la maqueta de un teatro (la ópera de Montecarlo, antigua sede de los Ballets de Montecarlo), y despierta en medio de una compañía de ballet que regentan sus padres. El hada Drosselmeyer llega y le regala un Cascanueces, que aviva su ilusión por el baile y transforma la compañía.

«Es mi vivencia de estos veinte años. Yo soy el Cascanueces que durante estos veinte años he trabajado con total libertad y con el apoyo de mucha gente, empezando por la Princesa Carolina, y naturalmente del público». Y para ellos está creado el espectáculo, colorista, imaginativo, deslumbrante , que estalla en una radiante fiesta final –incluido el furioso estallido de confeti y serpentinas– de aires circenses. Maillot ha tejido una tela multicolor creativa y optimista , y con ella ha confeccionado un traje a la medida de sus magníficos bailarines, desde la magnética hada Drosselmeyer de Bernice Coppetiers (su mayor musa) hasta el contagioso Cascanueces de Jeroen Verbruggen o la luminosa Clara de Anjara Ballesteros.

Y es que en estos veinte años Maillot ha moldeado la compañía a su gusto y le ha ido dotando de una notable calidad y personalidad , como el público español ha podido comprobar en sus numerosas visitas a nuestros escenarios ( en febrero estarán en el Liceo de Barcelona , con «La belle», versión de «La bella durmiente», y en noviembre en los Teatros del Canal de Madrid con «Lac», versión de «El lago de los cisnes»). Ha creado también un público joven y moderno, que no acude al teatro por compromiso social, sino para ver danza y disfrutar con ella.

Medio centenar de bailarines

Actualmente, conforman la compañía medio centenar de bailarines de muy distintas nacionalidades (hay varios españoles), y buena parte del área administrativa la forman antiguos integrantes del conjunto. Desde diciembre de 1997 (supuso un notable paso adelante) el trabajo se desarrolla en L’Atelier , una antigua fábrica de madera situada en la parte francesa de la ciudad y reconvertida en una cómoda y magnífica sede de amplios estudios (uno de ellos albergará mañana la fiesta de Fin de Año de la compañía).

El último escalón subido por Maillot ha sido la transformación de la escuela, la Academia Princesa Gracia . Se creó en 1975 en «Casa Mia», palacete propiedad de la familia Singer (fabricantes de las máquinas de coser), de aire florentino. Desde su creación fue dirigida por Marika Besobrasova , antigua bailarina de los Ballets de Montecarlo (y maestra de ballet de las Princesas Carolina y Estefanía). En 2009, ya con ella muy enferma, cambió el rumbo de la escuela y fue nombrado director el italiano Luca Massala , con la idea de transformarla en una academia mucho más profesional. Tiene 41 alumnos en régimen de internado y desde hace dos años se ha integrado en la estructura de los Ballets de Montecarlo.