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deportes en celuloide (VII)

«Bienvenidos a Belleville»: los suburbios del Tour de Francia

La película de animación francesa, ambientada en los cincuenta, cuenta el «fracaso» de un huérfano cuya única pasión es el ciclismo

«Bienvenidos a Belleville»: los suburbios del Tour de Francia

miguel muñoz

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Jacques Anquetil , inconfundible con su pelo castaño de punta, su cuerpo espigado, su nariz fina y su dentadura perfecta, jadea mientras asciende el Mont Ventoux , ese desierto de caliza a 1.900 metros altura, bajo el calor infernal de julio. Vestido de amarillo. Mientras, en un campamento de verano, una obesa familia contempla la hazaña en un televisor en blanco y negro, atiborrándose de pastel. Varios kilómetros más atrás, “Champion”, un solitario ciclista rezagado, trata de completar su sueño de terminar el Tour de Francia .

Sylvain Chomet clavó con esta escena de “Bienvenidos a Belleville” (una magnífica cinta de animación francesa facturada en 2003) la doble cara del Tour. La épica del campeón, rodeado de cámaras y jaleado por los aficionados, frente a la soledad del corredor medio, el gregario o el “isolé”, que bastante tiene con llegar a rodar sobre los Campos Elíseos el último día. Antes, en el cuarto de “Champion”, hemos visto retazos de su pasión: recortes de las hazañas de Louison Bobet y Raymond Poulidor , una foto dedicada por Fausto Coppi , o una instantánea de sus ausentes padres sobre una bicicleta, que parece inspirar sus primeras pedaladas.

Ambientada en los años 50, cuando el Tour empezaba a saltar a las televisiones, “Bienvenidos a Belleville” sigue la historia del huérfano “Champion”, un niño melancólico que crece con su abuela, Madame Souza, y su perro Bruno en una casita con forma de campanario en lo alto de una colina, en uno de esos barrios suburbiales de París que antes de ser devorados por la metrópoli eran pueblecitos de campo. Souza intenta sacar al rechoncho “Champion” de su apatía probando con todos los antídotos posibles. Hasta que, limpiando en su habitación, descubre bajo su cama la pasión del muchacho: un álbum lleno de recortes de bicicletas e instantáneas del Tour de Francia.

El entusiasmo del niño al descubrir en la entrada de su casa un flamante triciclo da paso a una transición que nos muestra, años más tarde a un “Champion” flaco y musculado, que rueda incansable sobre los adoquines de su barrio. Detrás, su abuela le marca constante el ritmo del pedaleo con un silbato. Los dos se preparan para la aventura del Tour de Francia.

La acción se traslada a Marsella, ubicación de un final de etapa. Pero el recorrido atraviesa, antes de llegar, uno de los grandes mitos del Tour: el Mont Ventoux, el puerto que vio morir en 1967 al británico Tom Simpson. Los caricaturizados dibujos de Chomet pintan con expresividad el calor sofocante, los resoplidos de caballo y los ojos desorbitados de los escaladores menos hábiles. El sufrimiento de la subida a uno de los grandes puertos del ciclismo, de la que el impretérrito “Champion” parece desertar más por apatía que por agotamiento.

Al bajarse de la bicicleta, “Champion” es raptado por dos guardaespaldas trajeados, que lo encierran en un falso “coche escoba” y lo llevan a Belleville, lo que se adivina un trasunto hiperbolizado de Nueva York, donde Manhattan es de una verticalidad imposible y todos sus habitantes sufren obesidad mórbida. Allí, la mafia francesa monta una casa de apuestas clandestina, que recrea una cruel versión en miniatura del Tour con tres corredores (“Champion” entre ellos) pedaleando esclavizados ante un croma.

Nostalgia de los años veinte

Hay mucho más que ciclismo en “Bienvenidos a Belleville”, una de las cintas de animación más originales de la pasada década. Hay nostalgia indisimulada por los años 20, el cabaret, Django Reinhardt, Josephine Baker y Fred Astaire ... Condensada en el delicioso tema principal, "Belleville rendez-vous" . Hay mucha mala uva contra el mundo moderno, la marginación en las grandes ciudades y el estilo de vida “norteamericanizado”. Hay un hilarante humor visual, que bordea la fina línea que separa el cariño de la humillación a sus personajes. Y, sobre todo, hay talento de sobra en la dirección de Chomet, que tiene tanta fe en sus dibujos que realiza una película prácticamente muda en pleno siglo XXI.

Pero, en lo que respecta al deporte más duro del mundo, hay una mezcla perfecta de ternura, nostalgia y cinismo. Cuando la exigente abuela Souza pone a tono los músculos de “Champion” estirándolos con una aspiradora y luego le endurece la espalda con un esparcidor de jardín, surge la pregunta de si el amor por el sueño de su nieto no roza la crueldad. Un homenaje a los Toni Nadal de este mundo que se esconden bajo los éxitos y fracasos en el deporte.

Siguiendo las pistas, se puede colegir qué edición exacta del Tour recrea la película. Anquetil viste el “maillot” de líder y la meta se sitúa en Marsella, lo que remonta a 1957 , el único año en que el pentacampeón francés llegó a Marsella de amarillo. Aunque la recreación no es fiel: en esa edición no se subió el Ventoux. Sí se hizo una cronoescalada en la de 1958, año en el que Anquetil nunca llegó a liderar la carrera.

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