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Mejor si es «made in Japan»

En Japón, el país de la excelencia, hasta las copias de vaqueros americanos o whisky escocés superan la calidad de los originales

Mejor si es «made in Japan» p. m. díez

pablo m. díez

Al igual que ocurre ahora con los chinos, durante años se pensaba que los japoneses no sabían más que copiar lo que inventaban americanos o europeos. Dejando a un lado los innumerables adelantos tecnológicos nipones que abundan en nuestra vida cotidiana, las diferencias entre unos y otros no podían ser más abismales. Japón es el país de la excelencia y todo se cuida hasta el más mínimo detalle. Ya se trate de vaqueros tejanos o whisky escocés, incluso las imitaciones «made in Japan» suelen ser mejores que sus originales .

En las tiendas Levi's de Makati, el lujoso distrito financiero de Manila cuyos rascacielos poco tienen que ver con la pobreza reinante en el resto de Filipinas , los 501 fabricados en Japón se promocionan aparte y, por supuesto, se venden a un precio superior al resto por su paño y acabado. Lo mismo ocurre en el resto de Asia con las pantallas de plasma Sony, donde las importadas de las factorías niponas son más caras que idénticos modelos ensamblados en China.

La «fábrica global» está haciéndole una dura competencia al imperio del Sol Naciente

Inundando los mercados con sus baratísimos productos, la «fábrica global» está haciéndole una dura competencia al imperio del Sol Naciente, pero, de forma indirecta, también está ayudando a definir con claridad la frontera entre la calidad duradera y el mero usar y tirar. Incluso aunque se trate de copias de prendas americanas de los años 50 como las que comercializa la marca nipona Real McCoy's, cuyas añejas chaquetas con parches de béisbol se venden a más de 2.000 euros .

Pero este gusto japonés por lo exquisito no se ciñe sólo al vestir, sino también al comer y beber. Buena prueba de ello es que la última Guía Michelín premió con sus prestigiosas estrellas a 247 restaurantes de Tokio , más de los que suman en conjunto París, Londres y Nueva York. En total, en las principales ciudades de Europa solo hay 15 restaurantes con tres estrellas Michelín, mientras que Tokio cuenta con 16.

Muchos de ellos son pequeños locales donde no más de una docena de comensales se apretujan en torno a una barra de «sushi» y «sashimi», el delicioso pescado crudo que representa el culmen de la refinada gastronomía nipona . Pero cada vez hay más restaurantes regidos por «chefs» japoneses cuya alta cocina no tiene nada que envidiar a los mejores maestros de los fogones españoles, como Ferrán Adriá , Arzak o Martín Berasategui .

Japón ha desarrollado sus propios chocolates suizos en la isla de Hokkaido

«En 2000 y 2002 aprendí a usar la venencia para servir el fino en sendos cursos impartidos por las bodegas González Byass y Osborne . En 2007 obtuve otro certificado de cortador de jamón de Sánchez Romero Carvajal», explica a ABC sus esfuerzos por aprender Kohya Nakase, que regenta en Tokio el « Bar de Ollaría » y ha escrito la primera guía en japonés sobre los vinos de Jerez y Montilla-Moriles.

Además de contar con alimentos autóctonos tan reputados como la ternera de Kobe , Japón ha desarrollado sus propios chocolates suizos en la isla septentrional de Hokkaido , cuyos verdes valles con montañas nevadas se parecen a los Alpes, y hasta uno de los mejores whiskys de malta del mundo: Yamazaki .

Cubitos de hielo sólido

Con una elegancia propia de los dorados años 20, los licores son mezclados por camareros ataviados con traje y corbata en el laberinto de coctelerías que pueblan la «zona de marcha» en Ginza , perdidas en los pisos superiores de bloques decorados con exóticos luminosos de neón. Para no aguar los combinados, cada barman utiliza cubitos de hielo sólido, que tarda más que el normal en derretirse.

En japonés, esta hospitalidad que consiste en anticiparse a los deseos del cliente se denomina « omotenashi », claramente visible también en los váteres automáticos con chorros de agua para limpiarse sin usar las manos y en los espejos de los baños que no se empañan cuando uno se ducha. Por no hablar, claro está, de la capacidad de satisfacción de las «geishas»…

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