LA NADA NADEA
Adiós
Te han guiado el sectarismo, la soberbia, el señalamiento de enemigos internos y la estrechez de miras. Trataste a Arnaldo Otegi con el respeto que se profesa a un aliado y a Artur Mas como a un sospechoso
Llegaste ahí aupada por un partido que explotó su condición de bisagra, se hizo con medio gobierno y tomó el control de los medios de comunicación públicos. A los privados les dedicó unas listas negras. Hoy ese partido ya no es la tercera sino la quinta fuerza política de Cataluña, pero la gente como tú considera intolerable que el PP, que ha sustituido a ERC en relevancia parlamentaria aunque no en responsabilidades de gobierno, tenga algo que decir en la materia que ansiáis en exclusiva y que sabéis crucial.
Te han guiado el sectarismo, la soberbia, el señalamiento de enemigos internos y la estrechez de miras. Trataste a Arnaldo Otegi con el respeto que se profesa a un aliado y a Artur Mas como a un sospechoso. Confundiste una entrevista al presidente de la Generalitat con un debate entre iguales, y, aunque supo zafarse de tu trampa, tus admoniciones contra un eventual pacto CiU-PP ejemplifican el estomagante cuento de buenos y malos, de catalanes auténticos y catalanes falsos, con que gustáis de adormecer a las audiencias.
La jerarquización y contenidos informativos, la línea editorial de tu etapa, han trabajado para reforzar la judeofobia, que carcome y degrada a muchos de nuestros medios de comunicación; tú eres doblemente responsable porque el medio a tu cargo era público. No has perdido ocasión de dar protagonismo a cada causa del catecismo progre, trátese de okupas, antisistema, conspiranoicos varios, monjas enloquecidas. La Cataluña que has querido reflejar —qué digo reflejar, ¡construir!— es tan pequeñita y excluyente, tan alicorta y prejuiciosa, tan resentida y quejumbrosa que ha acabado encajando con tus propios fantasmas.
Te marchas disfrazada de mártir, envenenando a tu entorno para que se atrinchere contra una operación de acoso y derribo que sólo está en tu imaginación. Como todos los fanáticos, crees que tus fines lo justifican todo. Siempre has considerado el «amor al país» como un salvoconducto que te exonera de la deontología. «Si por mí fuera, no habría tertulias», dijiste. Lo comprendo. Adiós.
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