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La cumbre de Bonn no logra fijar la estrategia para un Afganistán sin la OTAN

Karzai pide diez años más de ayuda internacional para su país en una cumbre boicoteada por Pakistán

MIKEL AYESTARAN

Mismo escenario y casi iguales protagonistas diez años después. El futuro de la misión internacional en Afganistán volvió a debatirse en la ciudad alemana de Bonn, pero esta vez con la ausencia de Pakistán, el socio indispensable que boicoteó la cumbre como señal de protesta después del ataque de la OTAN que la semana pasada costó la vida a 24 de sus soldados. La cumbre nació mutilada por esta ausencia clave y concluyó sin conclusiones claras ya que no se adoptaron medidas concretas para ninguno de los puntos esenciales que estaban sobre la mesa: transferencia de seguridad, negociaciones de paz con la insurgencia y ayudas económicas a partir de 2014, el tema que centró la participación de los dirigentes afganos. Finalmente tampoco hubo comunicado talibán que abriera las puertas a un diálogo.

Hamid Karzai fue el encargado del discurso inaugural y con sus palabras parecía más estar dirigiéndose a una conferencia de donantes que a una reunión donde debían definirse las líneas maestras de la estrategia a seguir en su país. «No queremos ser un lastre para la comunidad internacional», señaló el mandatario afgano que pidió una década más de cooperación económica para lograr que sea «irreversible» el proceso de transición y hacer del suyo «un país democrático y seguro para todos los afganos». Como en cada gran cita, Karzai prometió «lucha contra la corrupción». El presidente afgano salió de la primera cita de Bonn como la gran esperanza de la comunidad internacional, pero las cosas han cambiado radicalmente una década después y pocos confían hoy en sus dotes de mando en un país que se ha convertido en una cleptocracia en manos de los comandantes de aquella Alianza del Norte que se unió a Estados Unidos para derribar a los talibanes en 2001, los conocidos como «señores de la guerra» que sumieron al país en el caos de la guerra civil y que ahora ocupan los altos cargos del sistema «democrático».

Apoyo europeo

Pese a la grave crisis financiera mundial y a la poca eficacia de los millones de euros invertidos hasta ahora, la Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Catherine Ashton, respondió a la demanda de Karzai garantizando una financiación «al menos en los niveles actuales», de 1.000 millones de euros anuales. La única cifra concreta -junto a los 520 millones de euros que desbloqueará Washington para ayuda al desarrollo-, pero insuficiente teniendo en cuenta las previsiones de un ejecutivo afgano cuya economía depende al 90 por ciento de la ayuda exterior y que se frota las manos echando cuentas del ahorro que supondrá para los países OTAN la retirada de sus efectivos militares. El ministro afgano de Finanzas, Omar Zakhilwal, explicó que la ayuda que se pide a partir de 2014 es «una pequeñez» comparada con el gasto actual de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), pero se olvidó del tremendo impacto de la crisis económica en los presupuestos de los miembros de la Alianza.

Corrupción y drogas

La canciller alemana, Angela Merkel, también respondió de forma positiva al mandatario afgano garantizándole que recibirá apoyo «hasta 2024», pero exigió avances en la lucha contra la corrupción, el tráfico de drogas y el respeto de los derechos humanos, requisitos que hasta el momento el gobierno de Kabul ha sido incapaz de cumplir para desesperación de sus socios internacionales. Merkel tuvo también palabras para el proceso de reconciliación del que dijo que sólo puede proceder de «los propios afganos».

Desde que la insurgencia acabara con la vida del ex presidente del país y responsable del Consejo Supremo para la Paz -órgano creado para mediar con la insurgencia-, Burhanudín Rabani, las vías a un posible diálogo están cerradas y cada mes las fuerzas internacionales y afganas siguen sumando bajas en una guerra donde los civiles son las grandes víctimas (1.400 civiles durante los seis primeros meses de 2011, o 15% más que durante el primer semestre del añoa pasado).

El inicio de la segunda fase de transferencia de poder a las autoridades afganas no ha logrado frenar la ofensiva insurgente que este año ha golpeado contra objetivos de muy alto nivel como Rabani o el hermano menor de Hamid Karzai y hombre fuerte de Kandahar, Ahmed Wali, y que ha demostrado su capacidad de atentar en la capital, Kabul, en repetidas ocasiones, en una ocasión contra la todopoderosa embajada de Estados Unidos.

La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, instó a Karzai a avanzar en la democratización y posibilitar «elecciones democráticas» para 2014, una cita para la que, según el diario Bild, Hamid Karzai estaría pensando en volver a presentarse aunque para ello tuviera que cambiar la Constitución que prohíbe más de dos mandatos seguidos.

Sueños rotos

Lo que antaño fueron sueños de reconstrucción y democracia se han reducido a un plan de salida lo más rápido y digno posible. Pese a la reunión de un centenar de delegaciones en Bonn el futuro del Afganistán post OTAN sigue en el aire y los fantasmas del vacío de poder originado tras la salida de las fuerzas soviéticas del país en 1989 están en la mente de buena parte de la población.

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