EUROBASKET
España, el baloncesto hecho obra de arte
La selección lo borda en la final ante Francia y repite la corona de campeón de Europa lograda hace dos años
EMILIO VICENTE ESCUDERO
Quedaban unos minutos para que empezara la final y Navarro observaba tranquilo el panorama desde una silla del banquillo. Calderón, charlaba tranquilamente con uno de los asistentes de Scariolo, mientras Ricky y Rudy ensayaban el lanzamiento. A unos metros, Serge Ibaka caminaba sin rumbo. Saltos ... cortitos, buscando el aire en el cielo del Kauno Arena. Como una fiera enjaulada. Se le veía nervioso. Lo que para muchos de sus compañeros se ha convertido casi en un trámite, era para él una novedad. Jugar una final. Su primera final importante. De repente, un brazo le cayó encima, arropándole. Fue solo un gesto. Una colleja cariñosa. Dos palabras de ánimo y risas. Medicina contra el tembleque. [Así hemos narrado la final]
El remedio debió funcionar, porque fue pisar él la pista y dar comienzo el festival español. Recién estrenados los 22, Ibaka ejerció de anfitrión en la fiesta de la selección. El congoleño, inmenso en el segundo cuarto, selló las fugas de la zona por donde hasta entonces había hecho mucho daño Francia. Los primeros minutos fueron los únicos de dominio galo. La defensa de Scariolo hacía aguas. Tres mates y una canasta cerca del aro avisaban del peligro. Llegaba muy sencillo el ataque azul y, aunque la selección anotaba con facilidad, había caras de preocupación en el banquillo español. [Las mejores imágenes del encuentro]
Las ayudas para frenar a Parker dejaban siempre un hombre libre cerca de la pintura y por ahí los galos encontraron un filón hasta que Ibaka empezó a dirigir el tráfico en la pintura. Sus cinco tapones en apenas siete minutos obligaron a Collet a variar la táctica y fue entonces cuando aparecieron las limitaciones galas.
La fiesta de Ibaka
Con el tráfico aéreo en manos de Ibaka, solo Parker y Batum sumaban para Francia. El base, una pesadilla durante los primeros minutos, se secó de repente con la entrada de Sada. El base español, un semidesconocido para el jugador de la NBA, ejerció de perro de presa y no dejó que el de los Spurs anotara más hasta el descanso mientras la cuenta española seguía aumentando. Un parcial de 7-0 puso la máxima diferencian en el marcador (36-26, min. 14) y encendió las alarmas en el banquillo galo. Vincent Collet, que esta vez no reservó a ningún jugador, buscaba soluciones y la encontró en el equipo rival. A Rudy Fernández, uno de los mejores españoles en el partido, se le cruzó un cable de repente. Su partido estaba siendo inmaculado. Una lapa detrás de Batum y muy sólido en el lanzamiento. El mejor Rudy del torneo, al que le pudo la tensión . Solo así se entiende la falta antideportiva que el balear cometió sobre Parker, que volvió a meter en el partido a los franceses (46-41, min. 20).
La jugada no descentró a la selección, que de la mano de un extraordinario Calderón , siguió percutiendo el aro rival. El extremeño llevaba mucho tiempo buscando un partido así. Lastrado por las lesiones, lleva dos años sin poder jugar con regularidad y eso se reflejaba en su confianza de cara a canasta. despojado ya de cualquier traba física, volvió a ser el de siempre y se permitió, incluso, hacer un mate en el último período. Incisivo y certero en el lanzamiento. Astuto en el pase. Su acierto obligó a los franceses a abrir la defensa. Ya no era la «Bomba» Navarro la única preocupación. Había que salir a taponar todos los lanzamientos. Demasiadas vías de agua.
Navarro, invitado de lujo
Por si fuera poco, Pau Gasol , ausente durante la primera mitad, se apuntó a la fiesta en la segunda para terminar de romper la resistencia gala. Sus puntos tras el descanso le confirman como el auténtico líder de la selección, aunque ayer los focos se fueron con su amigo Navarro. Compañeros de habitación desde que aterrizaron en la selección y amigos casi desde la infancia, ambos comparten una amistad muy especial. Acostumbrado a acumular galardones individuales, el pívot de los Lakers se alegró por Navarro , cuya recta final de campeonato ha sido, sencillamente, espectacular. Si alguien tenía dudas de quién debía ser el MVP del torneo , el escolta del Barcelona se encargó de disiparlas. 27 puntos y 5 asistencias, que se suman a los 26 de cuartos ante Eslovenia y los 35 de semifinales frente a Macedonia.
Todos esperaban con curiosidad el tercer cuarto. Ese período mágico en el que había lucido en los dos anteriores partidos. Frente a Francia, «solo» anotó 9 de los 27 con los que acabó el partido, pero fueron suficientes para romper el encuentro. Su nombre resonó en el Kauno Arena junto al de España. Reconocimiento merecido. Al igual que el de España, reflejado en esta generación que ya es de oro puro. Oro por partida doble . Un oro de leyenda que sitúa a la selección a la altura de las mejores a un año de los Juegos de Londres. Ahí está su último techo. La última barrera para un equipo sin límites.
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