Muere Jorge Berlanga a los 52 años

La última vez que estuve con Jorge fue no hace un mes en la boda de Jacobo Fitz James Stuart en el palacio de Liria . Llegó a los postres, en silla de ruedas, y junto a su mujer Guillermina Royo Vilanova con quien contrajo matrimonio no hace mucho y de quien no se ha separado durante todos estos años de dura enfermedad. Pese a lo débil que llegó, Jorge demostró su genio y figura y ese humor fino, irónico y elegante como nadie del que siempre hacía gala.

No en vano su pluma fue de las que no quedan, su literatura un lujo para la mente y sus columnas una visión diferente y sutil de lo que era la sociedad española pasada por los ojos verdes de Berlanga. Jorge era diferente, con clase, el que mejor lucía el esmoquin blanco en las noches de verano y con quien siempre había tiempo para disfrutar.

Berlanga cursó sus estudios en el colegio Estilo, un centro diferente en tiempo aún de Franco, que dirigió la recientemente fallecida Josefina Aldecoa . Como buen Berlanga compaginó sus guiones de cine y televisión con sus colaboraciones periodísticas y sus novelas. A finales de los 80 fue uno de los impulsores de la sección «Gente y aparte» que publicó ABC y que supuso todo un éxito marcando un estilo diferente en unas páginas semanales que rápidamente se convirtieron en un referente. Entre sus distintas actividades también estuvo la de dirigir el festival de la Mostra de Valencia, traducir a Bukowski , organizar exposiciones de pintura de su querido hermano Carlos, escribir «Un hombre en apuros», novela donde, como su título deja ver narraba las andanzas de un caballero que se las tiene que agenciar con mujeres de medias de licra y obsesión con tarjetas de crédito…

Aunque esté la palabra en desuso Jorge, además de brillante y elegante, fue un dandy . Amaba las mujeres delgadas de ojos claros y pómulos marcados con la misma devoción que pedía un Martini o un whisky con hielo. Jorge se reía de todo, de sí mismo incluido, dejando siempre un poso agradable, dulce y sutil sólo apreciable para paladares expertos. Tenía clase, tenía educación, tenía estilo, tenía «charme». Con su marcha se va un amigo, un escritor y una persona absolutamente encantadora a la que tuve el placer y la suerte de conocer en los años más divertidos de un Madrid que nunca olvidaremos.