Erwin Schrott: «En “Rojotango” no pretendo vender a un latin lover»
El barítono uruguayo, que canta Dulcamara en «L'elisir d'amore» en Valencia, presenta un disco de tango
SUSANA GAVIÑA
El pasado mes de enero pudimos ver a Erwin Schrott en el Teatro Real rindiendo homenaje a Plácido Domingo durante la gala de celebración de sus 70 cumpleaños. Su actuación, el aria del catálogo de «Don Giovanni», hizo sonreír a muchos gracias, en parte, a ... la vis cómica del bajo barítono uruguayo, que derrochó voz y apostura. Fue un momento muy especial para Schrott, según confiesa a ABC, «pues era la segunda vez que cantaba ante Domingo. El resto lo he hecho actuando junto a él o bajo su batuta». El primer encuentro, recuerda, fue en el concurso Operalia, en 1998, en el que se coronó vencedor y que supuso su trampolín internacional. Hoy, se sitúa entre los barítonos de referencia en papeles mozartianos, como Leporello, en «Don Giovanni»; o Fígaro, en «Las bodas de Fígaro».
Schrott, que triunfa estos días en el Palau de les Arts de Valencia como Dulcamara en «L'elisir d'amore» de Donizetti (que volverá a interpretar en el Teatro Real en 2013) y que el día 7 ofrecerá, junto al resto del reparto, un concierto en favor de la víctimas de Japón, ha aprovechado su visita a nuestro país para presentar su disco «Rojotango» (Sony), una forma de recordar sus raíces. «Es la música que me acunó, que he escuchado en mi familia y que he visto bailar a mis padres. El tango forma parte de lo que soy como persona y como músico». También le ha servido para dar las gracias a España, cuya nacionalidad le concedió el Consejo de Ministros el pasado mes de octubre. «Ha sido un regalo inmenso, un paso enorme para mi carrera», confiesa el cantante de ascendencia gallega pero también canaria. Para agradecer este regalo ha incluido en el disco «Gracias a la vida», que convirtió en un himno Mercedes Sosa, «pero aflamencado pues tratar de imitarla sería como intentar ser Plácido Domingo», afirma entre bromas.
Voces cavernosas
Cuando parece casi obligado que los tenores nacidos en sudamérica —Marcelo Álvarez, José Cura— graben un disco de tangos —aunque no siempre se cumple esta regla, basta reordar al granadino José Manuel Zapata, que no se ha podido resistir al género—, Schroff abre una nueva veta. «Las grandes voces del tango no son las del tenor, sino aquellas que son más cavernosas. El tango debe de tener un poco de noche, de oscuridad», argumenta Schrott, que ve la música como un lenguaje universal, que puede mover y llegar al corazón en cualquiera de sus formas. «Como el flamenco, con el que no he crecido pero con el que disfruto, y cualquier persona puede hacer lo mismo al escuchar música de tango». El artista uruguayo desmiente categóricamente que este disco, con canciones de Piazzolla, Gismonti, Violeta Parra, Antonio Carlos Jobim y Pablo Ziegler, arreglista de los temas, se pueda calificar como crossover . «No, este es un disco de música sudamericana —con compositores brasileños y argentinos— que tiene su propia identidad y dignidad, y a mí, como barítono, se me ha dado la oportunidad de interpretarlo, y de que más gente pueda conocerla».
Asegura que Ziegler le ha ayudado mucho a la ahora de adentrarse en esta música y ver «lo que podía generar yo con mi instrumento, delante de un micrófono e intentando crear la intimidad que necesita», de la que no está ausente su impronta como cantante de ópera, «eso no es un delito en absoluto». Y asegura que no quiere que la gente vea en este lanzamiento «una apuesta de mercado o la venta del latin lover uruguayo que va a cantar tango». «Como artista considero que tengo el deber de asumir riesgos», justifica, y entre ellos está el de «cubrir las expectativas de la gente».
En uno de los vídeos de promoción del disco, Erwin Schrott muestra su destreza como bailarín de tango, que ha contagiado a su esposa, la soprano rusa Anna Netrebko. «Sí, lo bailamos en los aeropuertos, mientras esperamos las valijas», bromea el cantante.
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