El bronce también cotiza

La selección española de balonmano afrontará hoy su particular final ante la anfitriona, Suecia (14.30, Teledeporte), por un botín nada desdeñable: una medalla de bronce colmaría las aspiraciones de un equipo que llegó al Mundial con el objetivo de garantizarse una plaza en los torneos clasificatorios para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, algo que ya ha conseguido. No será nada fácil, como advirtió el seleccionador, Valero Rivera, arrebatar el metal a un conjunto sueco que contará con el apoyo de su público y superar el desaliento tras la derrota sufrida ante Dinamarca en la semifinal. España ya se ha visto en esta tesitura en dos ocasiones, y en ambas se le escapó el bronce: en 1999, en Egipto, perdió ante Yugoslavia, y cuatro años después, en Portugal, ante Francia.

La defensa abierta volverá a ser el principal argumento de la selección para tratar de derrotar a un conjunto sueco que ha renunciado a su tradicional juego combinativo para refugiarse en la potencia de sus lanzadores, en especial Oscar Carlen. El hijo de Per Carlen, ex jugador de aquel histórico Atlético de Madrid de balonmano, representa como nadie los nuevos tiempos donde brillan los «cañoneros». Arpad Sterbik y José Javier Hombrados tratarán de resarcirse de su actuación en la semifinal, donde no pudieron brillar a la altura habitual. En cobertura, en cambio, los suecos siguen fieles a su tradición, y apuestan por una durísima defensa 6-0, con el barcelonista Magnus Jernemyr como líder indiscutible, perfectamente respaldada por una portería, en la que brilla el joven Johan Sjostrand. La actuación del portero del Barcelona será una de las claves del encuentro, ya que sin las paradas de Sjostrand difícilmente Suecia podrá lanzar a los veloces Jonas Kallman y Niclas Ekberg, los dos extremos que actúan como punta de lanza del contragolpe nórdico.

Contraataque que España intentará evitar con un fluido juego ofensivo, en el que es esencial que recupere protagonismo el pivote Julen Aguinagalde, que no estuvo afortunado frente a Dinamarca. Su aportación se antoja imprescindible para arrebatar al anfitrión un bronce que parece suyo «por decreto» en un abarrotado Malmoe Arena.