Hizbolá toma el control del Líbano
El partido chií, respaldado por Irán y Siria, derriba el Gobierno de Hariri
Hizbolá consumó ayer su ascenso imparable al dejar de ser sólo el oscuro partido-milicia que controla la trastienda del Líbano para convertirse en la primera fuerza política del país, y además sin disparar un solo tiro.
Su candidato, el multimillonario y diputado independiente suní Najib Mikati, consiguió ayer la mayoría parlamentaria para ser designado nuevo primer ministro gracias a un ejercicio de transfuguismo impulsado por los chiíes para derrocar al pro-occidental Saad Hariri —jefe del Gobierno desde hacía 14 meses—, que fue contestado en la calle con un estallido de violencia.
Al grito de «la sangre suní hierve» y «Hizbolá, partido del diablo», los seguidores del mandatario saliente protagonizaron una «jornada de la ira» con decenas de manifestaciones que se tradujeron en graves disturbios en Trípoli o Beirut, resucitando el temor a la fractura sectaria en el siempre frágil país del Cedro.
La victoria de Hizbolá espoleó otra ola de rechazo en lo diplomático, con las advertencias de Estados Unidos de limitar la colaboración y la ayuda financiera al Líbano, hasta ahora un «aliado» en manos de Hariri, que pasará a la órbita de Irán y Siria bajo el dominio de una organización catalogada como terrorista en Washington. «Cuanto mayor sea el papel que juegue Hizbolá, más problemática será nuestra relación», declaraba el portavoz del departamento de Estado norteamericano, Philip Crowley. En Israel, el viceprimer ministro, Silvan Shalom, lamentó directamente que se haya instalado «un gobierno iraní en nuestra frontera norte».
En las trincheras
Exageradamente compleja, como todas las crisis que sufre el Líbano, esta última ha puesto de manifiesto dos aspectos. El primero, la omnipotencia de Hizbolá para hacer y deshacer a su antojo en el país, esta vez materializando en las instituciones la toma de poder que ya escenificó en 2008 por la vía de las armas. La segunda evidencia es su profundo nerviosismo ante la inminencia del informe del Tribunal de la ONU que investiga la muerte en 2005 del ex primer ministro Rafic Hariri, y del que el partido chií teme que señale a algunos de sus miembros como culpables.
Hizbolá rompía el pasado 12 de enero la coalición gubernamental, cuando Saad Hariri se negó a poner fin a la cooperación del Líbano con esta corte internacional, que desprecian como un «instrumento occidental al servicio de Israel». La suma de sus escaños, más los de su tradicional socio cristiano Michel Aoun y diputados del druso Walid Jumblat, —elegido dentro del movimiento «14 de marzo» que encabeza Hariri—, daban ayer como resultado un total de 68 votos sobre 128 en la Cámara libanesa, suficientes para sentar a Mikati como la previsible «marioneta» que, ahora sí, cerrará cualquier resquicio de colaboración con los jueces de Naciones Unidas.
Considerado en el país como un «tecnócrata inteligente» y conocida su íntima amistad personal con el presidente sirio Bashar al Assad —otro eslabón con Damasco—, se cree que su única función será ésa, impedir que los trabajos del Tribunal prosperen.
El jefe de Hizbolá, Hassan Nasralah, dejaba ayer claras estas intenciones en un discurso televisado, en el que decía: «Estamos en confrontación con las acusaciones de que somos víctimas, y por tanto hemos tenido que recurrir a las instituciones constitucionales».
Boicot de Hariri
Nasralah negó que Mikati sea «un hombre de Hizbolá», lo que formalmente es obvio, puesto que el ya primer ministro pertenece a la confesión suní, la condición imprescindible a cumplir para ser dirigente del gobierno libanés, según los acuerdos de Taëf de 1989. El propio Mikati asumía ayer el cargo retratándose como un moderado conciliador que tendrá el objetivo de «unir a las fuerzas del 8 de marzo (lideradas por el partido chií) con las del 14 de marzo».
«Mis manos —ofreció—, están tendidas a todos los libaneses, musulmanes y cristianos, para construir y no destruir». En sus primeros mensajes incidió también en que se ha tratado de un «proceso democrático» con el que dijo querer «salvar a mí país».
Hariri ha anunciado que boicoteará al ejecutivo. Ayer redobló esfuerzos para urgir a todos los ciudadanos a la calma y a no sucumbir a «llamamientos sospechosos». Lo hacía en contra de destacadas figuras de su propio partido, como el miembro del consejo político Mustafa Alush, que anteriormente había denunciado el «golpe de Estado de Hizbolá para imponer la wilayat al fakiq (el régimen clerical iraní)» e invitado a los libaneses a «expresar su cólera».
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