«Lo más grave es que perjudica a la dehesa y a miles de personas que trabajan en el sector»

—¿A qué cree que se debe este afán de Cataluña por prohibir los toros?

—Porque quizá haya elegido esa vía de reivindicación diferenciada de España, no querer algo tan español. No es de recibo entender que es la protección de un animal cuando se permite la caza, la cría de animales cerrados, las peceras de los restaurantes con las langostas con las pinzas atrapadas... Además, está demostrado que un toro puede tener mucho más sufrimiento en su recorrido por las calles con unas bolas de fuego en los pitones («correbous»), que en una plaza.

—¿En Castilla y León concebiría las fiestas sin toros?

—Están muy arraigados. Desde la Edad Media en los festejos populares. Es algo arraigado, imprescindible y, hoy en día, algunos ayuntamientos que por falta de presupuesto han prescindido de las fiestas, tienen un elevado tono de protesta de los ciudadanos y, desde luego, de disminución de participación popular.

—¿Puede decirse que la fiesta queda tocada?

—No. La fiesta no queda tocada porque afecta a una plaza de toros, la de Barcelona. Es un hecho aislado, porque está rodeado de España y de Francia, donde cada vez se están produciendo más festejos taurinos y con apoyo político de todos los partidos.

—¿Los toros bravos con esta iniciativa corren peligro porque siempre se ha dicho que, si no es para la lidia, no tendría razón de ser?

—De afectar, afectaría a algo mucho más grave: a los cientos de miles de hectáreas de dehesa, que tienen una climatología y una flora y una fauna autóctonas, y a los miles de personas que trabajan directamente en el campo en la cría del toro bravo y a los miles de puestos de trabajo que rodean a una feria... Es el segundo evento en España en recaudación de IVA, es un gran recaudador de impuestos para las arcas del Estado.