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Las cornadas no duelen

La dramática imagen de José Tomás en Aguascalientes me ha evocado la cornada que sufrí en Tarazona de Aragón el 17 de julio de 1963. Distan muchos años y los medios han evolucionado, pero ambas son muy parecidas y gravísimas, con la ilíaca partida. Como ... él, yo también me desangré prácticamente. Pero las cornadas no duelen. En esa descarga de adrenalina no se siente el dolor, éste llega cuando se enfría la herida. Tampoco duele que un manantial de sangre se precipite por la taleguilla. La pérdida de sangre provoca una sensación y una muerte muy dulces, incluso se ven colores que nunca se encuentran en el regreso a la realidad. Se entra en estado de felicidad y tranquilidad, tanto es así que otrora los romanos se metían en un baño de agua caliente y se cortaban las venas...

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