De nuevo en ruta, vaquero
Lo más probable es que a Jeff Bridges le den el Oscar por esta película. Ya están tardando. No por la susodicha en sí, que también, sino porque ha sido un actor infravalorado en ese Hollywood de marketing y palmaditas donde él se mueve mal.
Pero es un actor estupendo, desde el Escuderito de «Ocho millones de maneras de morir» pasando por los hermanos Baker, con piano y gran Pfeiffer, hasta el Nota del «Gran Lewoski» donde sólo era ensombrecido por el insuperable Jesús de Turturro: «Y apretarlé el gatillo hasta que haga click».
Aquí Bridges da otra muestra de sobriedad dentro de la grandeza en un trabajo muy de a pie. Es una mirada a la carretera, de nuevo en ruta con los viejos vaqueros del country, tipos rudos, ariscos, toscos pero de amistades inquebrantables. Por todo ese recorrido entra la película pero, sobre todo, por el de la soledad del viejo cantante que está llegando al final del camino. Su alumno le ha superado y se ha visto abocado a los moteles de carretera, tugurios infames donde arrastra su fama. Bridges lo encarna con ese pellejo de vino amargo mostrando la dura resignación del que apenas tiene una mínima salida, tapada por el alcohol y el orgullo. Un abrupto sendero que nadie quiere pasar, el de más dura será la caída, y que sin embargo es necesario atravesar.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete