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Siervos de lo más necio

EN enigmáticos versos que cierran el tercero de sus Cantos, evoca Ezra Pound las lascas de yeso caídas de cierto muro palaciego, sobre el cual pintó sus frescos Andrea Mantegna: «Piltrafas de seda, Nec Spe Nec Metu». Sin esperanza ni miedo, fue el lema que ... eligiera para su escudo de armas la paciente ajedrecista política que fuera Isabella d´Este. Y de ella lo tomaría Maquiavelo, como ella verosímilmente lo había tomado primero del Cicerón que alaba a aquellos hombres libres a los cuales «ni el temor ni la violencia, ni la esperanza ni el miedo» movieron a ceder al despotismo. No existe clave mayor del pensar político moderno que la que encierra esa paradoja: en su génesis de servidumbre, la esperanza y el miedo son lo mismo.

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