Coixet despliega su «Mapa» justo antes del cierre de Cannes
Isabel Coixet tuvo el honor, o el detalle, de cerrar el apartado competitivo de esta edición del Festival de Cannes, que ha estado algo por debajo de lo habitual y en el mismo sótano de las expectativas que había creado con tantos nombres prestigiosos del ... cine mundial. «Mapa de los sonidos de Tokio» compartió el día con otra película también rodada en Tokio (y en más cosas, por el tono lisérgico visto en ella), la del francoargentino Gaspar Noé, titulada «Soudain le vide».
Isabel Coixet ha hecho una película tan propia que lleva su sello en el lomo, como esas reses que marcan a fuego en los western. Rodada en Tokio, con una actriz transparente y de la calidad del jade llamada Rinko Kikuchi, con un Sergi López en el papel de experto en vinos y de enloquecedor de hembras, con una historia negra y un romance oscuro... Puro Coixet, con la obsesión por el detalle, todo tan niquelado, tan bien diseñado, con un ardor sentimental que empaña lo cristalino del plano, con el tal Anthony humedeciendo con su música las emociones de los personajes... Su gusto por hacer cine en el borde mismo de lo impúdico tiene un mérito que no siempre se le reconoce a esta directora: pasiones, situaciones, emociones, relaciones..., todo extremo, ideal, irreal. Coixet hace de lo inverosímil un arte, y «Mapa de los sonidos de Tokio» es un canto en falsete, como el de Anthony.
El argumento es tenso y bonito: una joven se suicida por ¿amor?, su padre mafioso odia (lógico) al españolazo que la mareaba... Una fría japonesa trabaja en el minucioso corte del pescado crudo para el sushi, y tiene un trabajo extra como eficaz asesina a sueldo... La película se convierte, pues, en una historia de encuentros y pescados, en la que el «thriller» se tropieza con el sexo tan crudo como el sushi. Su turno tardío no le ha beneficiado a «Mapa de los sonidos de Tokio», pues ha pillado ya al personal muy vapuleado por el cine inacababable de los últimos días, y de hecho, antes de la Coixet se proyectó la de Gaspar Noé, dos horas y media de cámara zumbante en un Tokio (se acabó de Tokio hasta los mismísimos nipones) nocturno y de interior de discoteca.
La empanada del director con el «Libro de los muertos tibetanos» le lleva a contar una historia en cámara subjetiva de un joven que muere de un balazo; o sea, nos la cuenta su espíritu, que por lo visto seguía tan colgado de un tripi como el cuerpo de su dueño. Es la parte psico de «2001». con su ducha sensorial y con una historia rara de amor entre hermanos que te hace fruncir el ceño. Lo de este director sí que es irreversible.
Favoritas y previsibles
Y se llega al día de los premios con la sensación de que se ha perdido un poco el tiempo. Ayer seguía de favorita entre la crítica la de Michael Haneke, «El lazo blanco», aunque tiene en su contra que sería lo previsible: es la mejor y además preside el jurado Isabelle Huppert, su actriz favorita. Las dos películas francesas «Un profeta» y «À l'origine» está bien situadas, aunque la crítica francesa parece preferir la miniatura de Alain Resnais «Les herbes folles». Y entre las mejor colocadas también aparece «Los abrazos rotos», de Almodóvar, muy apreciada en todos los paneles de críticos. De Isabel Coixet no hay aún referencias críticas, pero se supone que esa historia tan intensa habrá provocado algún estremecimiento en el cuerpo del jurado de este año. El hecho de que la mitad de los miembros sean actrices tal vez le beneficie a los directores españoles.
El profeta Tahar Rahim o el «nouvellero» André Dussollier son favoritos para el premio de mejor actor, y Charlotte Gaingsbourg debería ganar el de actriz por su terrible papel en ese horror de Lars Von Trier, «Anticristo».
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