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El virus de la desinformación

EL virus de la nueva gripe plantea múltiples problemas socioeconómicos y sanitarios que se agravan cuando los ciudadanos no reciben información clara y precisa. Parece que los organismos internacionales y los diversos Estados no se ponen de acuerdo sobre los efectos del consumo de carne de cerdos infectados. Después de muchas vacilaciones, la OMS, tras advertir que no debe consumirse «bajo ninguna circunstancia», rectificó ayer en sentido exactamente contrario y en consonancia con lo anunciado por la Administración sanitaria española. Rusia no matizó hasta ayer su veto al cerdo procedente de varios países, incluido España, mientras que en China sucede todo lo contrario: la Feria Gastronómica de Hong Kong muestra su entusiasmo ante el jamón de «pata negra» y otros productos de alta calidad. Ante una amenaza de alcance global, debe exigirse a todos los responsables nacionales e internacionales una coordinación eficaz y una respuesta homogénea a las preocupaciones de los ciudadanos. Como es natural, el consumidor tiende a retraerse en cuanto existe cualquier voz de alarma, y el daño causado al sector afectado por una información precipitada puede ser muy grave, especialmente en plena crisis económica de alcance universal.

La voz de los científicos tiene que prevalecer en estos casos sobre el afán de notoriedad de algunos políticos o los intereses comerciales proteccionistas de ciertos sectores. La OMS debe promover un consenso de los investigadores y expertos para que su criterio sea aceptado formalmente por todos los Estados con carácter vinculante. Lo peor es el envío de mensajes contradictorios o la propagación de rumores infundados que caen sobre un terreno abonado para el alarmismo y la desconfianza. En el caso español, el Ministerio de Sanidad viene manteniendo una razonable política de transparencia informativa y debe ahora exigir a la OMS y a los demás países un compromiso serio en el mismo sentido. También los medios de comunicación tienen que contribuir a mantener las alertas sin caer en excesos que sólo consiguen agravar los problemas. El riesgo de pandemia en una sociedad global no puede tratarse informativamente a base de declaraciones subidas de tono y búsqueda de protagonismos coyunturales. Se imponen la seriedad y el rigor para unificar criterios y evitar el desconcierto de la opinión pública. En último término, el virus de la desinformación resulta ser también una enfermedad contagiosa.

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