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Roto el juego de abalorios

¡CÓMO se han puesto nuestros nacionalistas vascos ante el hecho de que van a dejar de mandar y de manejar los presupuestos como el dinerito de la abuela! Ahora resulta, nos cuentan en su feria patriótica anual, en la que cada vez son menos pero más sufrientes, que los socialistas vascos son unos monstruos que quieren que ondee la bandera española en Ajuria Enea. ¡Nada menos que la bandera española! ¡Qué bárbaros! Tremenda indignación de ese Urkullu que dicen moderado. Txikos de corbata y servilleta de lino. ¿A quién puede extrañar que ETA y sus cuatreros del pelo encrespado y el piercing digan que los socialistas son objetivo prioritario? ¿No lo eran antes? ¿Ni siquiera cuando se fueron al garete las amables tertulias de Elgoibar? Que se lo pregunten a la familia de Isaías Carrasco. Este arrebato de indignación de los abertzales, los que comen con cubierto y los demás, no deja de ser una sobreactuación patética. Cuando en realidad los socialistas vascos son exactamente los mismos que se han pasado la legislatura anterior aprobando los presupuestos nacionalistas, con apoyos financieros a grupos etarras incluidos, pesebrazo y barra libre. A cambio, por supuesto, de favor similar en las votaciones de los presupuestos en Madrid de los señores Zapatero y Solbes. Que son otras cuentas de la mercería de la abuela Clota, por cierto. Como las del tripartito catalán, cuyo gasto en pago de proyectos de adocenamiento, adoctrinamiento, intimidación y manipulación del pasado y del presente sigue escalando cotas. ¿Y qué decir del paisaje de desarrollo y probidad del paisano de Montilla que es Manuel Chaves, la savia nueva del nuevo Gobierno? Lo único que hay que hacer bien es exigir. Y el dinero público fluye, incluso cuesta arriba. Basta ser nacionalista o socialista -o, preferiblemente, ambas cosas a la vez-. Pónganlas en el orden que quieran. Lógica e instinto que surgen de la combinación acaban siendo las mismas.

Como ven ustedes el círculo se cierra bien. Seamos exactos, se cerraba bien. Hasta ahora. Hace un año era aún perfecto. Parecía que no había mentira ni realidad, desafuero, incompetencia, abuso u obscenidad que supusieran costes políticos a los gobernantes en la Sagrada Alianza de la Superioridad Moral. Pero la aritmética es muy traicionera. Y aunque bombardeados por basura informativa e ideológica y en muchos rincones intimidados en la vida cotidiana, parece que los españoles han dado un definitivo espaldarazo a los proyectos mágicos de Zapatero. Ahora, Galicia y el País Vasco han roto el círculo, el sistema idílico, el juego de abalorios. La sensación de impunidad y barra libre que el Gran Timonel transmitía a sus socios se ha quebrado. Nacionalistas y socialistas traicionados saben que ya no comparten intereses. Zapatero, eso ya está claro hoy, podrá seguir mintiendo. Pero su capacidad de seguir engañando se ha desmoronado. En la mar arbolada de la crisis la tripulación ha comenzado una revuelta para poner al Gran Timonel en el sitio del que nunca debió salir.

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