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Aborto a toda prisa

BAJO la bandera del laicismo radical, el Grupo Socialista ni siquiera ha sabido guardar las formas en la subcomisión parlamentaria sobre el aborto. Una reunión de trámite se convirtió en una especie de ultimátum a los distintos grupos para que presenten sus conclusiones por escrito ... antes del próximo día 12. El funcionamiento de este órgano parlamentario bajo la dirección claramente partidista de Carmen Calvo ha dejado mucho que desear. Ahora, el encargo a la ponente del PSOE para que elabore un supuesto documento de «síntesis» viene a confirmar la sospecha de que el objetivo era -pura y simplemente- aparentar un debate sobre una cuestión ya decidida. El aborto se ha convertido en una estrategia para cerrar filas contra el PP y repetir la operación de aislamiento que produjo sus efectos políticos durante la pasada legislatura. Es lógico que la oposición no esté dispuesta a avalar esta maniobra burda, porque ni la subcomisión del Congreso ni los expertos convocados por el Ministerio de Igualdad han ofrecido -salvo excepciones- una visión rigurosa de un problema tan grave. La ideología se ha impuesto desde el primer momento a cualquier consideración moral o social. Así pues, habrá ley de plazos, todavía indefinidos, aunque seguro que pretenderá situarse entre las normas más «progresistas» de Europa. Lo demás son excusas, en particular la falta de seguridad jurídica de la ley vigente que, en la práctica, es un auténtico coladero a pesar de las garantías que impuso la sentencia del TC. El aborto supone siempre un fracaso personal y social. Carece de sentido considerarlo como un derecho de la mujer, ni siquiera con el eufemismo de los «límites razonables» que utilizó Rodríguez Zapatero en televisión.

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