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Qué matemáticas las de aquel día

Un loco de las ecuaciones desentraña los misterios mejor guardados de The Beatles

Qué matemáticas las de aquel día

Jason Brown preside el departamento de Matemáticas de la Dalhousie University en Halifax, Canadá, pero sólo porque no tuvo la oportunidad de ser el quinto Beatle. Estudiante de piano hasta que el Álbum Rojo de The Beatles le hizo cambiar a la guitarra, Brown se dedica ahora a conciliar la obligación con la devoción y a usar fórmulas matemáticas para desentrañar los misterios mejor guardados de su banda de culto, desde cómo grabaron sonidos en apariencia imposibles hasta quién compuso realmente algunos temas cuya autoría está en disputa.

Pasan las décadas y la beatlemanía no se extingue. En Londres se conmemoraba ayer el cuarenta aniversario del último concierto de los Cuatro Fabulosos de Liverpool, quienes el 30 de enero de 1969 se treparon al tejado de la sede de su sello discográfico, Apple Records, para tocar juntos en directo -¡y gratis!- por última vez. La azotea bendecida por esta decisión era la del número tres de Saville Row, la calle de los sastres. De la emoción nadie volvió a dar puntada en todo el día.

Las acusaciones de los puristas

Jason Brown tenía 7 años entonces. Ahora tiene 47 y no poco valor, ya que se arriesga a concitar la ira e incluso el desprecio de otros fans. Los puristas le acusan de querer romper unos cuantos hechizos. Por ejemplo, el del acorde inicial de «Qué noche la de aquel día», para muchos irreproducible. Trabajando con fórmulas que permiten reducir señales complejas a funciones más simples, expresando cada acorde como una serie de números y con una paciencia infinita, Brown destripó todos los sonidos posibles con todos sus ecos una octava más alta, contando las doce cuerdas de la guitarra que utilizó George Harrison... hasta dejar el misterio en tres frecuencias sin nombre.

Brown pasó semanas dándole vueltas a estas frecuencias, hasta que le vino a la mente una imagen de sí mismo de niño, cuando aprendía a tocar el piano y le gustaba meter la cabeza dentro. En alas de la intuición corrió a la tienda de instrumentos más próxima, metió la cabeza dentro del primer Yamaha que encontró y allí estaba la respuesta: tres cuerdas por debajo del Fa, correspondientes a las tres armonías que buscaba. El secreto de la guitarra imposible era un piano.

La siguiente incógnita que Brown tiene entre ceja y ceja es quién compuso en realidad «In my life», cuya paternidad reivindicaban a un tiempo John Lennon y Paul McCartney. Brown ha cebado un programa informático con centenares de composiciones de los dos y ha expresado gráficamente la pauta característica de cada uno. Ya sólo le falta ver en qué pauta encaja mejor «In my life».

A Brown le dan igual las críticas: está convencido de que no hay fronteras entre las matemáticas y la música, porque él es feliz así y porque además todo lo que aprende le sirve para componer sus propios temas, ajustados a una pauta como si fueran genuinos de The Beatles. Por amor que no quede.

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