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Extrema derecha en embrión

INNOMBRAR ciertas cosas incómodas de la política casi nunca evita que emerjan, tomen cuerpo y determinen la realidad. Ocurre con la extrema derecha o, más concretamente, con los populismos de derecha dura. La extrema izquierda, al menos en España, nunca ha tenido ese problema porque ... se le confiere una legitimidad idealista injustificable por su nostalgia totalitaria explícita y su aprobación del castrismo o del socialismo del siglo XXI que propugna Chávez. En España, más allá del centro-derecha, un embrión de extrema derecha tiene ya sus tribunas y voces distintivas. La recesión económica pudiera acelerar una gestación que requiere de un novísimo líder y de financiación. Considerada la perspectiva de las elecciones europeas con sus listas por distrito único, habría ocasión para repentizar una organización de choque, con resonancia mediática, movilización por internet y un líder con elementos de carisma, sin añoranzas franquistas ni poso neonazi, capaz de seducir un voto joven extraviado. Se busca un líder totalmente post-franquista, en la línea seductora de un Pim Fortuyn holandés adaptado a la idiosincrasia de la actual sociedad española. Los efectos circundantes de inseguridad, pesimismo y miedo que provoca una recesión económica amplificarían el descontento con una sociedad precarizada, el rechazo a la inmigración y reacciones xenofóbicas, la insatisfacción con un paro que puede provocar inseguridad ciudadana, el sentido de fractura identitaria, recelo a la globalización y una súbita desconfianza ante las opacidades remotas de la Unión Europea. Muy diversas configuraciones de la derecha dura han aparecido o reaparecido ya en Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Suiza, Holanda, Noruega, Portugal y Reino Unido.

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