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Desenterrando muertecitos

EN nuestro Siglo de Oro, la vice Fernández de la Vega se hubiese ganado la vida estupendamente como actriz de autos sacramentales, envuelta en una capa negra con capuz y portando una guadaña; pero en una época en la que escasean las dramaturgias de fuste ... a la vice Fernández de la Vega le han buscado acomodo en el gobierno, donde nunca está de más un ministro cuyo careto nos recuerde que vamos a morir. La impresionante apostura fúnebre de la vice se realza todavía más cuando nos habla de los muertecitos de la memoria histórica (viéndola perorar sobre el tema, la liturgia del Miércoles de Ceniza se nos antoja una verbena), que es el gran auto sacramental del gobierno de Zapatero. A los aldeanos del Siglo de Oro, les representaban autos sacramentales para que se olvidaran de las vanidades mundanas y se preocuparan de la salvación de su alma; a los palurdos del Matrix progre, los aturden con el tabarrón de la memoria histórica para que se olviden de la crisis económica y se preocupen de su salvación ideológica. Pero ya se sabe que no hay salvación si no se tiene un conocimiento mínimo de los dogmas; y del mismo modo que los autos sacramentales desempeñaban una función catequética entre los aldeanos del Siglo de Oro, el tabarrón de la memoria histórica sirve para formatear el cerebro a los palurdos del Matrix progre, que después de escucharlo machaconamente aprenden a decir frases ideológicamente correctas tal que así: «El gobierno legítimo de la República defendió la democracia y combatió el fascismo». Que es exactamente lo mismo que hace hoy Zapatero, por cierto; sólo que Rajoy, aunque gallego como Franco, es algo menos bragado.

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