una raya en el agua
Errores primarios
Ningún partido serio se pondría a discutir asuntos internos cuando el adversario está metido en un atolladero
El coste de no ser Sánchez
La trastienda del poder
En pleno desconcierto por la polémica del 'whatsappgate', al atribulado equipo de estrategia de la Moncloa lo ha venido a socorrer esta semana –y no es la primera vez– el equipo de estrategia del PP. Primero al anunciar el próximo congreso del partido cuando ... la filtración de las conversaciones con Ábalos empezaba a poner a Pedro Sánchez en un serio aprieto, y a continuación al abrir el debate de las primarias en plena tormenta política sobre el Gobierno. A ningún alumno de primero de comunicación política se le ocurriría tratar de robarle plano al adversario cuando está en un atolladero, y menos meterse por medio con cuitas orgánicas perfectamente prescindibles o aplazables a cualquier otro momento. Por suerte para la dirección de los populares, la opinión pública no ha prestado demasiada atención a sus triviales asuntos internos, pero es difícil demostrar más inoportunidad –o más incompetencia– en el manejo de los tiempos.
Aun aceptando como una buena idea –no lo es– la de interrumpir el escándalo de los chats con la convocatoria de un relanzamiento programático, el último tema que se debería plantear en esa asamblea es el del método de elección del liderazgo. Se supone que los votantes esperan que Núñez Feijóo sea el candidato, y la sola mención a un proceso sucesorio envía el inseguro mensaje de que contempla la posibilidad de salir derrotado. Curiosa manera de insuflar ánimo es ésta de ocuparse de un problema secundario, porque si pierde será la menor de sus inquietudes y si sale presidente tendrá por delante cuatro años para resolver lo que nadie le ha pedido que deje zanjado. El jefe de la oposición, y por tanto alternativa de poder, no debería tener ahora mismo más que un trabajo: presentarle al país un proyecto de cambio, un modelo institucional, ideológico y económico atractivo y sensato. Y trasladar a los ciudadanos la certeza de que está en condiciones de llevarlo a cabo.
Se puede entender que ese plan no esté todavía concluido, aunque debería porque esta legislatura inviable quizá expire antes de lo previsto. Pero entretanto el único partido con capacidad de acabar con el sanchismo debería dedicar todo su esfuerzo a desgastar al Ejecutivo, pensar medidas de reconstrucción nacional y preparar un equipo. La prioridad del sistema de selección de dirigentes no sólo no responde a ninguno de esos tres objetivos, sino que ofrece a la sociedad la percepción de una organización ensimismada en su funcionamiento intestino, y encima proclive a una fórmula de la que muchos actores políticos ya se han arrepentido por sus flagrantes derivas de caudillismo. En todo caso el centro-derecha español tiene retos más urgentes, y el principal consiste en acortar todo lo posible este período de caos político. Misión a la que desde luego no contribuye la iluminada ocurrencia de interponerse ante un rival en trance más que comprometido.
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