UNA RAYA EN EL AGUA
La trastienda del poder
La debilidad del argumentario revela un Gobierno inquieto, desorientado ante la pérdida del control de los tiempos
Autorretrato moral
Táctica y estrategia
Al final Sánchez va a echar de menos a Iván Redondo. En su etapa de cabeza de huevo –ahora se dice 'spin doctor'– en la Moncloa los argumentarios eran mejores. Muchas consignas parecían sacadas de un manual de autoayuda o de los sobrecitos de ... azúcar de los bares, pero tenían el covid como coartada de ese estilo paulocoheliano tan al gusto de los filósofos caseros de las redes sociales. Desde entonces los asesores del equipo de Discurso y Mensaje (sic) no han hecho más que aumentar, y ya eran muchos, mientras la calidad del trabajo no para de decrecer. Y aunque también es cierto que en la época de Redondo no tenían que defender al presidente de los escándalos de corrupción que le han brotado en el partido y empiezan a subir como hormigas por la mesa del Consejo de Ministros, con el mordisco que le pegan al presupuesto cabía esperar algo más de talento imaginativo. Los portavoces encargados de dar la cara deberían exigir un relato más digno.
Con el 'whatsappgate' se están cubriendo de gloria. Empezaron diciendo que era un infundio y en pocas horas había certificado los mensajes el propio Ábalos. Acto seguido se centraron en la filtración, pidiendo que se investigue un presunto delito que sólo pueden denunciar los afectados, esto es, Sánchez y su antiguo hombre de confianza al que en los chats de marras seguía considerando amigo. Luego vino lo del fango, sustituido en seguida por la casquería y el cotilleo porque alguien debió de darse cuenta de que hacía falta algún término nuevo. Y al final todo lo que se les ocurrió para sostener el debatillo de control al Gobierno fue burlarse de que el PP vaya a convocar un congreso. Los tertulianos de cabecera se merecen algo mejor por su esfuerzo; una cosa es asumir sin pestañear los célebres «cambios de opinión» de Pedro y otra servir de altavoz a las ocurrencias de un grupo de escribidores huérfanos de creatividad para mentir con cierto ingenio.
En su descargo hay que anotar que no saben con exactitud el alcance del caso, y eso les complica la tarea a poco que observen la precaución de que sus jefes no se pillen las manos negando lo que tal vez en breve pueda quedar demostrado. Lo de pájara, tocacojones o petardo es inocuo y hasta divertido mientras no haya alusiones a asuntos de Estado o a decisiones sobre contratos. Si eso ocurriese, y la mención al rescate de Air Europa parece el pico de una carta marcada, la relevancia de la cuestión subiría de escala, pero son las altas esferas las que deben preocuparse de encapsular la inequívoca amenaza que late en la divulgación de conversaciones privadas. De momento, lo que se percibe es un Ejecutivo inquieto, desorientado, consciente de la debilidad que supone ir a rebufo de unos acontecimientos ante los que ha perdido el manejo de los tiempos. La trastienda del poder sólo es un lugar seguro mientras sea posible mantenerla en secreto.
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