Un flotador al rescate temporal de la ría
Cuatro contratos con empuje político devuelven la actividad a las gradas de Ferrol y Fene. 500 millones de euros que regalan oxígeno con el que actuar
pablo alcalá
Hay una nube inofensiva sobre la calle Real. Todavía queda la cicatriz que dejó la huida de Inditex en dos emblemáticos edificios a la altura de Armas. Hasta la Capitanía, que ya no es tal, se recorre una calle bulliciosa a su manera, donde se ... lee: «Liquidación»; «Se alquila»; «Vende»... El panorama es peor pasado el Parador, frente al que, por cierto, no hay quien aparque. Ferrol Vello solo se salva en la frontera del renovado Reina Sofía.
«Es que los ferrolanos nos quejamos poco y tampoco nos alegramos mucho», explica Ramón, sentado en el parque de Amboage. «Como agua de mayo», le corrige algo más entusiasta su acompañante de espera. «Es que nos vamos a pique, es una pena, mucha pena», insiste él.
Hacia ocho años que Defensa y Hacienda no estampaban su firma conjunta para poner un barco en las gradas que han botado 200 años de barcos de guerra en España. El último empujón al optimismo llegaba el 31 de enero de 1997: las cuatro fragatas F-100 que encargaba el Gobierno de Aznar han sido el orgullo de la ingeniería naval mundial, pero la crisis se interpuso al plan completo, que contemplaba seis unidades. Vino en su auxilio el Juan Carlos I, buque insignia de la Armada que ocupó a los astilleros hasta 2008 y trajo consigo dos encargos similares de Australia. El mejor cliente de los astilleros ferrolanos, su razón de ser y de existir, replegaba velas presupuestarias desde entonces. El veto europeo a la construcción civil y la incapacidad del organismo público para captar nuevos contratos han sumido a la comarca en una de las peores situaciones económicas y sociales de toda su historia.
Ferrol encabeza dos registros negativos: el de tasa de paro y el de evolución demográfica inversa. Incluso las voces más críticas con la dependencia de la ciudad de las dádivas públicas han ido apagándose en el último lustro: la situación se ha deteriorado los suficiente como para que no haya más capacidad de reacción que un S.O.S. al Estado.
El presidente de la Xunta
El apellido Feijóo vuelve a estar detrás del flotador para la ría —aunque las fuentes directas se niegan a narrarlo de este modo, el presidente de la Xunta habría trasladado a su homólogo en el Gobierno español la necesidad perentoria de dotar de carga de trabajo a la ciudad gallega—. El plan completo pasa por que haya actividad durante los próximos dos años equivalente a la carga de trabajo que genera un LHC: 500 millones de euros. La suma del flotel de Pemex, el BAM encargado este miércoles , la reparación del Monforte de Lemos y el acuerdo de tecnología entre la Armada y Navantia suman esa cifra, que permite a los astilleros tener un volumen de actividad cercano al 80 por ciento, pero sobre todo generar actividad en la industria auxiliar, gran perjudicada por la falta de trabajo en los astilleros.
La pata que sigue fallando es la propia empresa: Navantia y la SEPI siguen con varios contratos posibles, pero eso es todo lo que hasta la fecha ha logrado la gestión comercial.
«Pan para hoy»... «Esto es por las elecciones»... «A ver si es verdad»... «Ahora que vengan otros cuatro»... Las opiniones ciudadanas son más escépticas que las de las decenas de empresarios que este miércoles colapsaron con palabras como «Gracias», «Enhorabuena» o «Esperanza» el Whatssapp de los presentes en la confirmación del anunciado «barco gris» para Ferrol.
Fue en su discurso de investidura cuando el presidente Mariano Rajoy lo mencionó por vez primera. Este miércoles la nube que no dejaba caer lluvia era un poco menos negra en la ciudad extenuada por la crisis de 40 años.
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