Hay un gallego en las Malvinas
Es el único gallego que vive en el archipiélago del Atlántico sur. Como residente, votó «sí» a la soberanía británica de las islas en el referéndum celebrado el 10 y el 11 de marzo
lidia rey
El de «hay un gallego en la luna» es un dicho conocido popularmente que alude al hecho de que en casi todos los rincones del mundo se puede encontrar a un gallego, fruto de la dispersión social y de la emigración que protagonizaron años atrás ... las pasadas generaciones. Incluso se ha compuesto una canción con este pegadizo estribillo.
Antonio Cordeiro es un ejemplo de ello. Nacido en Cangas, a escasos kilómetros de Vigo, recaló en las Islas Malvinas en 1989. Actualmente es el único gallego que reside en el archipiélago. Harto de vivir alejado de su mujer y de sus dos hijos —realizando largas temporadas como marino mercante— quiso probar otra suerte y fondeó en las lejanas tierras del Atlántico sur. Un amigo le ofreció trabajar en el archipiélago con la Cooperativa de armadores de Vigo, copropietaria de la empresa Sulivan Shipping Services, de cuya plantilla forma parte hoy en día. «Las decisiones hay que tomarlas, para bien o para mal», comenta este cangués, que, por aquel entonces, admitía que lo único que conocía de las Islas Malvinas era la guerra declarada entre Argentina y el Reino Unido por la soberanía de este territorio, en 1982.
«Pero ese fue uno de los mejores aciertos de mi vida», declara Cordeiro que, casi un cuarto de siglo después de su llegada, votó en referéndum a favor del dominio británico para que las islas continúen siendo territorio de ultramar dependiente del Reino Unido. Es un derecho que le pertenece como residente en el archipiélago, a pesar de que su idioma materno sea el gallego y no el inglés —lengua oficial del lugar—. Y es que Cordeiro, como uno de los casi 3 mil habitantes, está totalmente integrado en la comunidad de las Malvinas.
Como residente, votó por el «sí» en el referéndum celebrado el 10 y 11 de marzo, e incluso participó en la organización del plebiscito como traductor del chileno Samuel Venezuela, uno de los diez observadores internacionales que supervisaron la consulta para asegurar que la votación fuese transparente y justa.
Su familia, sobre seguro
Cordeiro viajó el primero, un año antes, en 1988, para asegurarse de que las islas reunían las condiciones para vivir con su familia. «Vine primero solo, mi preocupación era que hubiera escuela y hospital y un mercado de pescado fresco. Estuve un periodo de prueba, para ver si a la empresa le convenía mi trabajo y después me traje a la familia», reconoce Antonio Cordeiro al tiempo que admite sentirse muy a gusto en el archipiélago, especialmente por la amabilidad de los malvinenses. «Esta gente es muy hospitalaria. Te acogen bien y no tuve ningún problema en adaptarme».
Con todo, este cangués afincado en Puerto Stanley, la capital malvinensa, y como amante de la buena cocina, cuenta con orgullo que en su casa nunca falta un pulpo a la gallega. Y es que, aunque reconoce sentirse cómodo en el archipiélago, a sus 65 años, Cordeiro confía en poder retirarse pronto para regresar a España con su familia, 24 años después de instalarse en las lejanas tierras del Atlántico sur.
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