El extraño 'rayo de la muerte' que Mussolini creó con Marconi para que Italia ganara la II Guerra Mundial
Raquel Mussolini contó en sus memorias como el dictador fascista le reveló, tras sufrir un raro incidente con su vehículo en Roma, que estaba desarrollando un arma que daría a Italia «una potencia militar superior a la de todos los países del mundo»

A finales de junio de 1936, Raquel Mussolini se encontraba comiendo en su residencia oficial de Villa Torlonia, cuando le dijo a su marido, Benito Mussolini, que esa misma tarde iría a Ostia, la célebre playa que había en los alrededores de Roma, ... para ver cómo iban las obras que el matrimonio estaba realizando en una pequeña propiedad rural. Se recordaba ella misma en sus memorias, este sonría y le respondió: «De acuerdo, pero entre las 15.15 y las 15.30 procura estar en la carretera que une Roma y Ostia. Verás algo sorprendente». El dictador italiano no le dio más información, manteniendo el misterio.
A las 15.00, como estaba previsto, abandonó su casa en compañía de su chófer, un policía civil de los servicios de seguridad. Cuenta que, durante la primera parte del recorrido, todo transcurrió con absoluta normalidad. Esa carretera se había inaugurado hacía varios años, pero no tenía mucha circulación. «Los coches no estaban aún al alcance de todos», escribía Raquel. Y añadía a continuación:
«A mitad de camino aproximadamente, el motor se detuvo. Gruñendo, el chófer descendió y desapareció bajo el capó. Removió, atornilló, desatornilló, reatornilló y sopló en los tubos como si nada. El motor no quería volver a arrancar. De pronto, un automóvil que rodaba en el mismo sentido se detuvo un poco más lejos. Su conductor se zambulló también en su motor. A centenares de metros y en sentido contrario, se veían otros coches y motocicletas detenidos. Estaba tan intrigada que volví a pensar en lo que me había dicho mi marido en la comida. 'Procura estar entre las 15 y las 15.30 en la carretera, verás algo sorprendente'. Miré la hora: eran las 15.10 horas. No entendía nada, pero algo era indudable: todo a nuestro alrededor en los dos sentidos de la autopista, en un perímetro de centenares de metros, todo lo que funcionaba con un motor estaba averiado. Había cerca de treinta vehículos de todas clases. Llamé a mi chófer y le dije:
—Vamos a esperar hasta las 15.30 horas. Si el coche no quiere ponerse en marcha, pediremos ayuda.
—Pero, excelencia, son apenas las 15.15 horas. ¿Por qué debemos esperar hasta las 15.30 si yo puedo encontrar antes la causa de la avería?
—Bueno, bueno...».
«Una sonrisa maliciosa»
Cuando llegó la hora, la esposa del dictador italiano le pidió que lo intentara de nuevo y el motor arrancó a la primera. Lo mismo ocurrió con las decenas de vehículos que había alrededor. Por la noche, ansiosa por saber qué había pasado, y siempre según el relato que hizo ella en sus memorias, le preguntó a Mussolini, que la «observaba con una pequeña sonrisa maliciosa». Sus hijos Vittorio y Bruno, que estaban presentes, también preguntaron. Al final, dijo: «Es cierto. Mamá tiene razón. Esta tarde ha tenido lugar un experimento en las cercanías de la autopista Roma-Ostia. Ella misma ha podido apreciar los resultados. Creo que han sido muy interesantes». Y se calló sin dar más datos.
Raquel tuvo que esperar a la noche, cuando estaban solos en la intimidad, para que su esposo le revelara lo que había pasado realmente: «¿Sabes, Raquel? Lo que has presenciado esta tarde era una experiencia ultrasecreta. Es un invento de Guillermo Marconi que puede dar a Italia una potencia militar superior a la de todos los países del mundo». Le informó de que lo habían bautizado como el 'rayo de la muerte', y prosiguió con las explicaciones: «El rayo está todavía en fase experimental. Marconi va a continuar sus investigaciones, preguntándose si no puede ser eficaz sobre el hombre. Si, en suma, no se podría paralizar a seres vivos momentáneamente gracias a este invento. En caso de guerra, Italia dispondría de un arma secreta que podría permitirle bloquear al enemigo, ahorrando miles de vidas humanas. ¿Te imaginas la potencia que podríamos tener?».
Reconocía Raquel que estaba «sofocada» ante lo que Mussolini le acababa de comunicar. «Marconi va a construir muy pronto en serie los aparatos para emitir este rayo y entonces Italia será casi invencible, por lo menos hasta que otro invento venga a oponerse al nuestro», concluyó el dictador sobre el célebre premio Nobel de Física e ingeniero italiano, conocido como uno de los más destacados impulsores de la radiotransmisión a larga distancia y, en ocasiones, como el inventor de la radio.

Marconi, en el Partido Fascista
Como consecuencia de este invento, Marconi había estado a cargo del servicio de radio del Ejército italiano durante la Primera Guerra Mundial. Allí alcanzó el rango de teniente y, a continuación, el de comandante en la Armada. Al finalizar el conflicto, su prestigio era tal que llegó a formar parte de la delegación de Italia en la Conferencia de Paz en París (1919). No tardó en contagiarse del fascismo, aunque no se afilió al partido de Mussolini hasta que este llegó al poder. Aceptó entonces la presidencia honoraria del brazo británico de la organización y organizó una gala de 'camisas negras' en el hotel Savoy de Londres, donde realizó una comunicación inalámbrica con Roma para que los invitados saludaran personalmente al 'Duce'.
Después de unos años trabajando en el famoso rayo en secreto, Marconi terminó abandonando el proyecto. Algunos investigadores relatan que su cambio de postura fue consecuencia de su creciente sentimiento religioso, hasta el punto de que acabó conociendo a Pío XI y manteniendo una relación muy estrecha con él. En 1931, de hecho, montó la primera estación radiofónica del Vaticano. En uno de sus encuentros, el Papa le habría rogado que no fabricase aquella peligrosa arma mortal, mientras Mussolini le exigía que la desarrollase.
En realidad, la idea de este 'rayo mortal' estaba presente desde 1898 en Europa, Japón y Estados Unidos. Era un arma basada en el electromagnetismo que podía aturdir, matar, provocar incendios y explosiones y paralizar motores, como supuestamente ocurrió con el coche de Raquel Mussolini. Marconi tampoco fue el único que trabajó en él, también lo hicieron otros científicos e inventores de la talla de Thomas Alva Edison, Nicola Tesla y Heinrich Rudolf Hertz. Hasta el científico español Antonio Longoria declaró haber fabricado un aparato capaz de fundir metales ferrosos a distancia.

Los escrúpulos sobre la razón
En Italia podría haber ocurrido como en Gran Bretaña, donde las investigaciones para crear el 'rayo de la muerte' con el objetivo de derribar aviones, evolucionó hacia el radar. De hecho, en 1935, Marconi presentó su 'radioecómetro', un aparato capaz de medir la distancia entre dos objetos, pero jamás quisó hacer de él un arma. Así lo explicaba Raquel Mussolini en sus memorias:
«Cuatro años más tarde [del incidente con el coche], Italia estaba en guerra. El rayo de la muerte, según mi marido, hubiera podido cambiar la faz de los acontecimientos si mi país hubiera dispuesto de él. Sin embargo, aterrorizado por este descubrimiento y por el alcance que podía tener, el Papa Pío XI pidió a Marconi que no lo divulgara, que suspendiera sus investigaciones y que destruyera los resultados adquiridos. El sabio, que estaba muy unido a Benito, había venido fielmente a revelarle la entrevista que había mantenido con el Papa y a preguntarle lo que debía hacer ante el caso de conciencia que se le planteaba. Benito no quiso en absoluto comprometer a un hombre que venía a confiarse a él, y sus escrúpulos ganaron sobre la razón de Estado: autorizó a Marconi a abandonar sus investigaciones sobre el 'rayo de la muerte'».
Marconi falleció en 1937, poco después de cumplir los 63 años, como consecuencia de un ataque cardíaco al regresar de una de sus visitas a Pío XI. Murió sin imaginar que, en 1943, la Corte Suprema de Estados Unidos retiraría su famosa patente y reconocería a Nikola Tesla, uno de sus mayores rivales, como el único inventor de la radio. La esposa de Mussolini continuó así su relato sobre este episodio:
«Sus colaboradores no se volvieron a ocupar de este invento. Incluso los alemanes intentaron saber a continuación lo que era el 'rayo de la muerte'. No lo consiguieron nunca. Todas las huellas de los trabajos habían desaparecido. Un día pregunté al 'Duce' por qué Guillermo Marconi había ido a contar su historia a Pío XI. Me respondió que el físico mantenía relaciones muy estrechas con el Vaticano. No solamente había instalado la estación de radio de la Santa Sede, sino que también había obtenido de la Santa Rota, en 1929, la anulación de su matrimonio. La decisión había causado sensación en la época, pues Marconi tenía hijos. Desde entonces, había quedado muy receptivo a todo lo que le sugería el Papa. Si el 'Duce' le hubiera pedido que escogiera entre los intereses de Italia y sus relaciones con la Santa Sede, no habría dudado, pero Benito quiso demostrar su grandeza de alma».
Según explica Álvaro Lozano en su libro 'Mussolini y el fascismo italiano' (Marcial Pons, 2012), en sus últimos meses de vida, el dictador italiano buscó de forma desesperada un chivo expiatorio para culparle de todos sus errores. No se le ocurrió otro que Marconi, señalando que este se había negado a revelar el «secreto» del 'rayo de la muerte' antes de fallecer. que, supuestamente, había inventado. «Fue una explicación patética y lamentable que intentaba empañar de forma burda la labor de un gran científico, cuyos logros habían sido mal dirigidos por unos políticos ineptos que valoraban la consecución del poder por encima de la verdad científica», advierte el historiador.
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