Alonso entra en una nueva dimensión
Deportiva, personal y socialmente el título le proyectará a esferas en las que tendrá que dominar sus exigencias para seguir siendo número uno, su imagen y su repercusión mediática

El futuro se presenta dorado para Fernando Alonso. Su voz ha subido de estatus y hoy sus recomendaciones son órdenes en todos los ámbitos de la Fórmula 1. El piloto -que regresará a España el 21 de octubre para recibir el Premio Príncipe de Asturias- exige a su equipo y patrocinadores que están dispuestos a esforzarse como él, al máximo, al límite.
Dimensión deportiva. Ha sido Fernando, que llevaba el mismo monoplaza que Fisichella, quien ha hecho campeón al R25 cuando no era el mejor coche del Mundial. Su equipo maneja el quinto presupuesto, por detrás de Ferrari, Toyota, McLaren y BAR Honda. Pero no ha podido demostrar todo lo rápido y agresivo que puede ser en la pista porque siempre ha tomado precauciones con el fin de mimar la mecánica y administrar su ventaja labrada en las primeras carreras. A lo largo de todo el año ha avisado a su escudería de que para seguir con el «1» en el morro es preciso un coche más rápido -Alonso dice que Raikkonen dispone de un «avión que vuela bajo»-.
Renault se ha comprometido a mejorar las prestaciones del R25 para pelear con McLaren y Ferrari. La próxima temporada la FIA, para reducir costes, rebajará la potencia de los motores, que pasan de diez a ocho cilindros. Así, todos los coches serán menos potentes y será casi imposible acercarse a las vueltas rápidas de los circuitos. También parece resuelta la continuidad de Renault en el circo mundial. La llegada del brasileño Carlos Ghosn a la presidencia de la empresa provocó una especie de terremoto, porque quería revisar el presupuesto destinado a la F-1 por si no era rentable. Hoy parece enterrado el rumor y Ghosn se ha «enamorado» de Alonso, que acaba contrato en 2006, como Briattore.
Dimensión personal. Que Fernando es un gran piloto no es ningún secreto. Quizá la clave de que sea el número uno radique en su personalidad. Lo dicen las pocas personas que le conocen bien fuera de su ámbito familiar. José Luis Echeverría (le vio crecer en las competiciones de kart en Asturias) o Adrián Campos (quien le llevó a la Fórmula 1) resaltan su espíritu ganador.
Fernando es un chaval introvertido, que vive permanentemente en una burbuja impermeable -no va más a Asturias porque su casa está vigilada por los paparazzi-. Es prioritaria su familia (padres, hermana y abuela), que ha estado a su lado en los momentos difíciles. No es amigo de acudir a fiestas multitudinarias y sólo se deja ver en los actos sociales que montan sus patrocinadores. Tiene dos caras, muy amable con sus íntimos y más fría con la prensa y los desconocidos. Y habla muy claro. Cuando se proclamó campeón avisó de que sólo se pusiesen a su lado para salir en la foto los tres o cuatro que lo merecían. Se consideró maltratado en su día por la falta de apoyos políticos, institucionales y de «sponsors» y no olvida que cuando estaba en Minardi una marca española le dejó tirado.
Dimensión social. Que es un fenómeno de masas tampoco ofrece discusión. Sirvan estos ejemplos. Sólo Schumacher, Raikkonen y él cuentan con tienda fija en cada circuito; Fernando ha logrado sentar cada domingo en torno al televisor a varios millones de aficionados en un deporte minoritario, y hasta el fútbol adecuó los horarios de la última jornada para no coincidir con la carrera de Interlagos. Fernando cobra de Renault seis millones, más los tres que ingresa por publicidad (Guru, Telefónica, Sandoz, Hero, Play Station, Lease Plan, PSG o Mutua Madrileña). Lejos de los 35 de Schumacher, los 30 de Raikkonen o los 15 de Juan Pablo Montoya. Pero ahora él es el campeón y sus ingresos se triplicarán.
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