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ABC Cultural

Tres buenos toros de Torrestrella

TELEPRESS Juan José Padilla, en un espectacular par al violín

El planteamiento de sustituir a Enrique Ponce con una oferta de 2x1-Andy Cartagena y Juan José Padilla- se frustró minutos antes de la corrida: el caballero consideró el embarrado ruedo terreno altamente peligroso para su integridad y la de su cuadra, o viceversa. Razones no le faltaban para deshacer la solución de la Junta y la empresa para reemplazar al herido Sabio de Chiva, una solución que desmerecía la inclusión de Padilla, triunfador de San Sebastián, y que por sí misma, sálvese la diferencia con E.P., valía sobradamente como argumento: si para vender un jamón necesitas regalar un queso, devalúas el jamón, aunque se sepa que es de recebo.

Además, a tenor de los resultados, el gentío tampoco se sintió nostálgico de Ponce, y celebró toda la parafernalia atlética y el toreo ramplón y a la pala del sustituto con enorme gozo. Corearon lo regular y lo malo por igual. Día triste para Bilbao, convertido ayer en plaza de paladar anestesiado.

Lámina armónica

Para los pocos aficionados -especie a extinguir en toda España- la alegría se sostuvo en tres buenos toros de Torrestrella, de lámina armónica y seria, de embestida noble y brava, con matices entre ellos, supervivientes de la mala estrella que se cernió sobre la corrida, con un toro que se dañó en los corrales y otro que se devolvió a los mismos con cierta rigurosidad. Don Álvaro Domecq había traído el fundamento para ejecutar el toreo. ¡Ah!, el toreo, qué cosa tan maravillosa y ausente.

Bajo, rematado, armado y colorao, serio y precioso a la vez, rompió plaza «Fandanguillo», recibido por Padilla con largas cambiadas en el tercio, una, dos y tres, después de que el torrestrella le ningunease a portagayola. Lanzado el torero con el capote, a pies juntos o a medio compás, galleó por chicuelinas; entregado el toro con su embestida, en el caballo, en los vuelos y en banderillas, con un tranco espectacular, a pesar de que el piso no le provocaba la seguridad de agarrarse con firmeza. Padilla y El Fandi alternaron en pares al cuarteo y al violín por la primera de las partes y a la moviola por la segunda. La faena transcurrió en líneas paralelas, con derechazos/azos, brutos y toscos, y naturales de trazo periférico. Un punto de final le faltó al toro, que aguantó todo hasta morir de espadazo desprendido. Oreja.

A punto de cortar dos estuvo J.J. Padilla al cuarto, que pecó de escaso celo en el peto. Un par de dentro afuera antes de otro violinazo y después de una reunión pasada. De rodillas, en el tercio, el prólogo de faena. Más culpa del torero que del toro, la colada en el cite en la distancia sobre la derecha. De cualquier manera el pitón fue el izquierdo. Abundantes naturales antes de volver a la mano de la cuchara y demostrar que nadie se comía a nadie. Cadena de pases de pecho, un desplante de hinojos, fuera la muleta, el dedo acusador señalando al torrestrella... Si yo soy el toro, me acojono. Todo entre sonoras muestras de agrado. Tanto que solicitaron el doble trofeo. Sin palabras, sólo la felicitación para la presidencia por no concederlo.

Bilbao, sagrado templo ordoñecista, y ayer volcado también con El Fandi, que vio como se devolvía un toro con poca fuerza pero sostenible. Se corrió turno, y al castaño que nunca fue quinto lo midió en el caballo para aprovecharlo con los palos y la muleta. Principió en los terrenos de sol, antes de endiñar tres series, tres, con la mano derecha, rectificando en los primeros embroques, ligando luego los muletazos/azos para los exteriores; también agarró la izquierda en dos tandas; y de nuevo la diestra siniestra en otras dos. Duró el toro, el que más y mejor. La estocada, con la faena tocando fondo por extensa, le valió la oreja.

Fandi hizo un esfuerzo con un galafate de Charro de Llen, con la cara por las nubes, un mulo de sordo peligro. Bien Montiel con el capote. Méritos adquirió Fandila en banderillas y con la tela. El descabello le traicionó.

Destartalado sobrero

Incomprensiblemente, al parche -pobre de poder y presencia- de Charro de Llen le endilgó Manzanares hijo un puyazo que lo reventó. Devuelto, apareció el toro del averno, un destartalado sobrero de Javier Pérez Tabernero con el que naufragó la cuadrilla y con el que el hijo del maestro se puso el tiempo justo con algún aprieto entre derrotes y gañafones. Cazó la estocada a la primera. El sexto, cuarto ejemplar de Torrestrella, tenía bondad pero no fondo, y se apagó enseguida en la técnica muleta de Manzanares, que algún pasaje dejó de lo que un día apuntó con ser.

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