Bellido Dolfos, de villano a héroe
Con el asesinato del rey Sancho II, Bellido Dolfos se convirtió en el traidor por antonomasia, según han reflejado la Historia y el Romancero. Un grupo de personas quiere reescribir los hechos ocurridos hace 900 años al defender que este caballero, con su acción, salvó a Zamora del asedio

TEXTO: JOSÉ PICHEL FOTO: FELMAR
ZAMORA. La historia dice que un 7 de octubre del año 1072 un traidor mató a Sancho II, el rey castellano que tenía cercada la ciudad de Zamora desde hacía siete meses. Doña Urraca era la reina de la ciudad por deseo de su padre, Fernando I, pero su hermano Sancho quería reunificar todos los territorios cristianos por la fuerza de las armas. El nombre del que acabó con su vida es Bellido Dolfos. Sin embargo, para algunos este misterioso caballero no es un traidor, es el héroe que salvó a Zamora del asedio. Por eso se reúnen cada mes de octubre para rendirle homenaje.
El romancero de Zamora, que recoge aquellos hechos, cuenta que Bellido Dolfos salió de la ciudad y se hizo amigo personal del rey diciéndole que conocía una puerta de la muralla que nunca se cerraba y por la que las tropas castellanas podrían introducirse sin ser vistas. Sancho II confió en él y le acompañó a ver la puerta, momento que Bellido Dolfos aprovechó para matar al monarca por la espalda cuando iban solos.
Tras el crimen, Bellido Dolfos se introdujo en la ciudad de Doña Urraca por la puerta que desde entonces se llamó «de la Traición». Cuenta el romancero que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que formaba parte de las tropas del rey, cabalgó detrás de Bellido y a punto estuvo de alcanzarlo, pero cuando clavó su lanza en la puerta, ésta ya se había cerrado.
Así se ha narrado la historia durante casi diez siglos, pero desde hace algún tiempo un grupo de zamoranos quiere rescribir los hechos porque, según su interpretación, Bellido Dolfos salvó a la ciudad de Zamora del terrible asedio y, por lo tanto, debería ser tratado como un héroe y no como un traidor.
Por eso, el pasado 7 de octubre, los simpatizantes de esta idea, encabezados por el profesor Iglesias Carreño, se reunieron, tal y como vienen haciendo en los últimos años, para homenajear a la figura del «héroe» zamorano. La celebración consistió en una cena abierta en el merendero de la playa de Los Pelambres, junto al Duero, lugar desde el que existe una espléndida vista de la parte vieja de la ciudad.
Estatua para el nuevo héroe
Después de conseguir que el Ayuntamiento de Zamora le dedique una calle a Bellido Dolfos, el siguiente paso para restaurar esta figura histórica sería erigir una estatua en su memoria y para ello ya han abierto una cuenta, de forma que todo el que lo desee pueda aportar su granito de arena a la financiación del monumento.
Cuentan las crónicas que la ciudad de Zamora salvó su honor en el Campo de la Verdad, donde los hijos del caballero zamorano Arias Gonzalo vencieron a uno de los capitanes de Sancho II. Para la historia, en forma de romancero, Doña Urraca y Arias Gonzalo, que perdió a tres hijos en el Campo de la Verdad, quedaron como héroes. Por el contrario, Bellido Dolfos sería el traidor.
Un misterio sin resolver Cuando han pasado más de 900 años, algunos quieren salvar también el honor de Bellido Dolfos, una figura que sigue siendo un misterio para los investigadores, pero que con su acción cambió la historia de España. Para el profesor Iglesias Carreño y para quienes le dan la razón, el acto de Bellido fue de «legítima defensa frente a la opresión que, en aquel momento encarnaba Sancho II de Castilla». Dicen que se trata de luchar contra el hecho de que la historia la escriben los más fuertes, en este caso el ejército de toda Castilla que asediaba Zamora y que, al verse derrotado por un solo hombre, le llamó traidor.
Los acontecimientos del llamado «Cerco de Zamora» dejaron una frase para la historia: «Zamora no se ganó en una hora», «el slogan turístico más universal con el que jamás ha contado ciudad alguna», según Carreño. Los defensores de la figura de Bellido Dolfos utilizan el viejo dicho para sus convocatorias, convencidos de que la historia se escribe con palabras y de que casi un milenio después no es tarde para cambiar «traidor» por «héroe».
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