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Inaceptable

QUERIDO lector, cuando escuche pronunciar la palabra inaceptable no lo dude: meta su mano en el bolsillo y confirme que tiene ahí la cartera. Inaceptable es un adjetivo que usan con esmero los que están largando un discurso repetido y rancio que la militancia aplaude como si fuera mercancía nueva. Inaceptable es la forma con que Zapatero ha calificado la rebelión de Esperanza Aguirre contra el IVA. La rebelión, que ya verán, se quedará en una campañita de firmas en mesas que recordarán el día de la Cruz Roja.

En realidad lo único inaceptable es la distancia con que nos empleamos con aquellos que nos entretienen mientras se tiran los trastos. Inaceptable es una expresión que pertenece por derecho al pueblo, a la llamada votancia (dícese de la masa que vota tan ricamente cada cuatro años), a la mayoría silenciosa que sabiendo como sabe que puede cambiar las cosas deja hacer, no estorba y vive un sueño a lo Avatar. Esa mayoría a lo más que llega es al mohín. Ni siquiera sugiere. Se enfada al modo del niño al que el disgusto le dura poco porque enseguida olvida quién le castigó. Inaceptable es que a estas alturas aún sigamos votando listas en las que hay personas que claramente nos desagradan, cuando no nos inquietan.

Inaceptable es que PSOE y PP estén tan cómodos ante el espectáculo tramposo de la Ley Electoral. Inaceptable es que dentro del PSOE nadie sospeche de un Congreso, el de los andaluces, que se cierra con aclamaciones a lo nuevo y al porvenir, que ya se sabe, se llama así porque no termina de llegar. Los búlgaros de Sevilla, tan bien relatados por Martín Ferrand ayer, entronizaron a Griñán con el 99,8, y se les llena la boca de democracia. Inaceptable es que Felipe González, que tan agradecido debería estar con la Justicia -o debo escribirla con minúsculas- califique de ganado a jueces y fiscales. La peineta de González es dialéctica y más refinada que la de Aznar, pero es a todas luces más letal. Conviene no olvidar que el que metafóricamente llama buey, oveja o cabra a un magistrado ha sido presidente del Gobierno unos cuantos años. Conviene no olvidar que él, precisamente él, Felipe González, los conoce a todos. ¿Se habrá olvidado que tuvo ese tipo de ganado en sus gobiernos? Se habrá olvidado de Garzón, De la Vega, Belloch...

A estas alturas el socialista que ha pasado de número dos del PSOE de Orense al PP en horas 24 es sólo una mueca de la política. Qué más da. El fichaje dice que se propone ser fiel al PP como antes lo fue al PSOE. Y no pasa nada. Lo único que pasa es que los políticos son para los españoles más problema que el terrorismo y la inmigración. Ya va calando que son los periodistas los culpables de esa percepción. Ya lo ven, creen que además de dóciles somos tontos. Igual tienen razón.

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