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Comer con mi hijo

LUGAR DE LA VIDAMónicaFernández-AceytunoNo podía imaginar que mi hijo tendría la vocación matemática de las arañas que redondean las esquinas y hacen hipotenusas en los ángulos.Pero le gustan y su

No podía imaginar que mi hijo tendría la vocación matemática de las arañas que redondean las esquinas y hacen hipotenusas en los ángulos.

Pero le gustan y su carrera le obliga a estar a una cierta distancia de casa, la justa como para no dejar de vernos, la suficiente como para que haya empezado a hacer su vida.

Ahora, cuando nos vemos, nos vemos de otra manera. Yo le veo más mayor, y él no sé qué piensa cuando me mira. Me cuenta cosas que antes no me contaba. Quizá tiene que ver el hecho de que estamos fuera de casa. Ni yo le riño ni él se enfada. Está contento. Lo noto porque habla mucho. Y se ríe conmigo. Hace sol y del mar entra una niebla marina. Él pide un número cinco y yo una crema de calabacín. Los dos agua fría. Y seguimos hablando. Llegamos a la conclusión de que tuvimos una buena idea cuando empezó a hacer los deberes en la biblioteca, fuera de su habitación y lejos del ordenador y donde el móvil tiene que estar apagado.

De los botellones le indigna que las tiendas que venden alcohol de noche, les den bolsas blancas, para lavarse las manos en este asunto. El alcohol es la droga de esta generación. Y se aplica con el botellón una práctica que recuerda a cuando se ahuyentan los tordos de un viñedo, para terminar en otro, como si fuera un problema con el que, a lo más que se puede aspirar, es a desplazarlo en el espacio y en el tiempo.

Cruzamos a ver el piso que comparte con tres compañeros y que es antiguo y de techos muy altos con flores blancas de escayola, y suelos de pino tea. Me gustó la luz y la cocina, que estaba impecable. Se turnan para la limpieza. Pero su cuarto estaba sin hacer, y pensé en lo mal que he educado a mi hijo mayor para la vida doméstica. Se me olvidó reñirle cuando, al salir a la calle a comprar toallas, me agarró del brazo.

Pasé el otro día comiendo con mi hijo, uno de los mejores ratos de mi vida. Ahora que ha volado lejos de las faldas de su madre, me parece que está más cerca de mí que nunca. Al despedirnos, le hice prometer que haría la cama todos los días. Nunca sabré si lo cumple.

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