De los bancos y los robos del siglo

| LA BURBUJA |

QUE no se asuste nadie: no voy a hablar aquí de las comisiones bancarias ni de los intereses de mora por descubiertos en cuenta; tampoco de los precios del alquiler de las cajas de seguridad ni de los gastos de mantenimiento; ni siquiera de los cargos por custodia de valores que son anotaciones en cuenta, ni del coste de las tarjetas de crédito hasta ahora celosamente ocultos. Voy a hablar de la manía que tenemos todos de llamar «robo del siglo» a cualquier «butrón» en un banco donde lo primero que sorprende es que hubiera tanto dinero físico y lo segundo que nunca se llegue a saber el importe exacto de lo robado ni quién lo paga.

Ayer se supo que el botín que se llevaron los autores del llamado robo del siglo en Brasil sumó en total 65,4 millones de dólares y no 59,5 como sus directivos habían anunciado hace cuatro días. Algo que no extraña demasiado cuando se sabe que no se puede excavar un túnel de 80 metros hasta una cámara acorazada sin contar con alguna colaboración interna; que la entidad carecía de un seguro sobre sus depósitos; que al ser sucursal del banco emisor, la pérdida tendrá que ser asumida por el Estado. Por lo demás ha habido tres «robos del siglo» más importantes. En 1990 fueron robados en Londres títulos por valor de 552 millones de dólares; en 1987 desaparecieron 129 millones de dólares de una caja de seguridad en la misma ciudad; en 1963 fueron robados 78 millones de dólares en el famoso tren de Londres. Y eso no va a ser nada comparado con los robos cibernéticos del siglo XXI, donde el «butrón» no será un primoroso trabajo de perforación del subsuelo, sino el uso de la tecnología conocida como «keylogging»: el robo de identidad y claves de ordenador. De momento se ha podido evitar uno de 320 millones de euros que debían ser transferidos desde la central europea del Banco Sumitomo Mitsui, en Londres, a una decena de cuentas corrientes repartidas por todo el mundo mediante operaciones falsas ordenadas desde internet.